martes, 9 de diciembre de 2014

¿Por qué, si he aprendido tanto, todo parece seguir igual? Pasar de la información a la transformación.

Toma un bolígrafo y traza un círculo. Mantén el bolígrafo en el punto de partida cuando hayas dado la vuelta completa. No lo levantes. Vuelve a trazar otro círculo, encima del anterior. No lo levantes. Ahora traza otro. Y otro. Y otro. ¿Adónde has llegado? ¿Te oigo decir “al mismo sitio”?

Autor desconocido
De esta manera suelo explicar a mis clientes la forma de existencia circular. Ocurre con cierta frecuencia entre personas inteligentes, curiosas, ávidas de aprender, conocer y progresar. Personas que continuamente buscan nueva información. La información correcta. La información que falta. La clave. El punto. El eslabón perdido.
Y trazan círculo sobre círculo para llegar el mismo punto: “Aún me falta algo para...”  (Rellenar los puntos suspensivos con lo que corresponda):
  • ser feliz
  • tener esa conversación
  • pedir lo que sé que merezco
  • lanzarme con mi proyecto anhelado
  • hacer el viaje
  • expresar mi necesidad en tal o cual contexto
  • hablar en público con soltura
  • vender mis servicios/productos adecuadamente
  • etc.
Lo que subyace es la creencia de que lo que va a marcar la diferencia es más información. Y al cabo de un tiempo, más información aun. Y más. Y más. Incluso cuando la persona posee todas las competencias y capacidades para pasar a la acción. Lo veo con frecuencia en mi práctica como coach: personas dotadas, con talentos excepcionales, que creen que aún les falta una última pieza de información “antes de”.

Estas personas van notando cómo su entusiasmo inicial se va minando en la búsqueda del eslabón perdido que, una vez encontrado, da paso a una nueva búsqueda, y luego a otra y a otra. Hasta que finalmente la persona queda encadenada por tanto eslabón hallado y abrumada por el exceso de información. De ahí el chiste: ¿Cómo confundir a un necio? Dale más información.

Entonces, ¿cómo abrir el círculo? Convirtiéndolo en una espiral que nos eleve al siguiente nivel. ¿Cómo se traduce esto en términos prácticos y cotidianos? Transformando la información en acción.

Lo que falta para salir del círculo no es más in-formación, sino trans-formación. “Trans” es un prefijo que nos remite al movimiento: salimos del círculo en tanto en cuanto nos predispongamos a ser transformados. ¿Transformar qué? Nuestra manera de estar en el mundo actual, para crear algo nuevo y diferente.
Por ejemplo, ¿de qué vale, como hacía un antiguo cliente, escuchar horas de instrucción sobre comunicación eficaz, si al final no transformaba su manera de comunicarse con nadie? Este hombre, con una intención loable y, reaccionando a los conflictos continuos que había en su empresa, realizaba curso tras curso, leía libros y artículos sobre resolución de conflictos, veía infinidad de vídeos y, sin embargo, decía no aprender nada. El problema no era que no había aprendido, sino que al no integrar la información mediante la puesta en práctica, vivía un movimiento circular constante, como el del bolígrafo al inicio de esta reflexión.

Entonces urdimos juntos un plan en “baby steps” (pasitos de bebé) que consistía en poner en práctica lo aprendido en un entorno menos "amenazador" que, en su caso, era con sus hijos adolescentes. Comenzó a practicar la escucha activa con ellos, a preguntar y responder desde la empatía, a afinar, equivocarse, corregir y mejorar. ¿Siempre lo hacía “bien”? No. Pero comenzó así a crear (y "crear" es la palabra clave) más de los resultados que deseaba. Sin apenas darse cuenta y antes de proponérselo, ya lo estaba practicando en sus entornos laborales, con clientes internos y externos, y a comprobar resultados en él y en sus colaboradores. Lo aprendido no sólo estaba integrado sino, además, generalizado a más de un entorno. 

Esos nuevos resultados eran la consecuencia de una nueva forma de estar en el mundo. Finalmente había salido del círculo, elevándolo a espiral. ¿Cómo? Dejándose transformar por la información.

Djukich decía que saber algo y no utilizarlo es peor que ser ignorante, porque toda esa información acumulada e inutilizada es evidencia del tiempo, energía y dinero malgastados para obtenerla y luego guardarla. Es como llenar un armario de ropa elegante y bonita, para todos los días abrir las puertas del mismo, mirar la ropa, admirarla, añadir una prenda nueva y volver a cerrar las puertas sin siquiera tocarla. 

Todas las personas tenemos círculos esperando a ser convertidos en espiral. Por ello te haré una pregunta expresada en forma de invitación. Pero antes te pediré que te comprometas a salir hoy de al menos UN círculo. ¿Te animas?

Te invito a considerar la información más valiosa que hayas aprendido en el 2014, y que hayas “guardado en tu armario”. Sácala, desempólvala y considera tres formas posibles de utilizarla (en un contexto o más). Elige la más inmediata y lánzate. Nota cómo al integrarla en la acción, te transformas. Nota lo que aprendes y lo que ocurre. ¡Enhorabuena! Acabas de salir del círculo.

"Acercaos al abismo, les dijo.  Tenemos miedo, respondieron.  Acercaos al abismo, les dijo.   Se acercaron.   Los empujó... y volaron."        Gillaume Apollinaire.

Gracias por tu Compañía.
Y mucha Luz en tu Camino.

La semana del 15 al 18 de diciembre tendrás la oportunidad de poner tu talento y creatividad al servicio de tu experiencia vital: activaremos tu entusiasmo, arrojo y una nueva forma de estar en el mundo. ¿Te interesa? Inscríbete al curso “Creatividad y Talento para Entornos Cambiantes” en la Cámara de Comercio de Gran Canaria, 928 390 390.    El único requisito son las ganas de (1) crear una experiencia nueva y diferente en tu vida y (2) de dejarte sorprender.


lunes, 27 de octubre de 2014

¿Cómo te tratarías si fueras alguien que te quiere profundamente?

¿Cómo te tratarías si fueras alguien que te quiere profundamente?
Tómate tu tiempo para responder.
Respira. Déjate ser y sentir.
Esta es una pregunta que hago con frecuencia.  Incluso a mí misma.
Es una pregunta que hago para invitar a crear una nueva relación con tu experiencia vital, porque para responderla no tienes más remedio que tomar conciencia de cómo te cuidas actualmente.
Y casi seguro que cuando has respondido has pensado en lo que haces, no haces y dejas de hacer por ti. A lo mejor hasta te has sentido culpable u orgulloso. Y eso es porque la tendencia habitual es a considerar el auto-cuidado como una lista de acciones (de quehaceres) que vas completando y que incluye todo aquello que un día vas a hacer "finalmente" para cuidar y mimarte. Algunas logras incluirlas en tu cotidianidad, pero otras permanecen en la lista.
El caso es que convertimos el auto-cuidado en una serie de acciones cumplidas o por cumplir, que nos lleva a buscar masajes, un fin de semana fuera, tiempo de ocio o de aprendizaje, meditación y otros actos enfocados al bienestar. Y eso es maravilloso, ya que parte de nuestra experiencia humana consiste en deleitarnos en la vida y en los manjares que esta nos ofrece.
Todas esas acciones que nos orientan al bienestar pasajero tienen una intención positiva de fondo, que es acercarnos lo más posible al tipo de vida que deseamos y a sentirnos “bien”, para “bien estar” en la vida.
Pero hay un nivel mucho más profundo y sutil de auto-cuidado. Tiene más que ver con ser que con hacer. Por eso es tan sutil. Y cuanto más profundizo en mi experiencia y en la experiencia de la variedad de personas que me rodean, más me doy cuenta de que la clave del bienestar y del equilibrio personal es como un arte; un arte que nos invita a saber estar más que a bien estar en todas las capas de nuestra experiencia, tanto en las positivas como en las negativas, en lugar de constantemente corregir, eliminar, cambiar o distraernos de lo que está ocurriendo en nuestro devenir vital. 
Por eso es que el auto-cuidado orientado a saber estar tiene más que ver con mi presencia como cuidadora interna que con mis acciones. Esta forma de auto-cuidado tiene otro ritmo. Cuando me oriento al bienestar "transitorio", escucho agradables notas y acordes musicales. Cuando traigo presencia al auto-cuidado escucho la sinfonía completa.

Por ello es tan importante ampliar tu mirada, para cuando la experiencia del bienestar transitorio no sea posible. En lugar de convertir el bienestar en la meta, te centras en la calidad de tu presencia como forma de auto-cuidado. Es como llevar años siguiendo a un único pájaro con la vista y de repente cambiar la mirada para incluir el firmamento. Es una mirada más inclusiva que te permite también incluir al pájaro en tu experiencia. Es una mirada que te incluye también, porque al igual que eres observador y observadora, formas parte del paisaje. 
Por tanto, te lanzo de nuevo la pregunta:
¿Cómo te tratarías si fueras alguien que te quiere profundamente?
Tómate tu tiempo para responder.
Respira. Déjate ser y sentir.

Gracias por tu Compañía.

Y mucha Luz en tu Camino.
Este sábado 1 de noviembre:
 Taller de Auto-cuidado: 
el sutil arte del equilibrio en la vida.

Tendrá lugar en el Centro CIPO en Tafira, Gran Canaria. 
Aforo limitado.


martes, 7 de octubre de 2014

Lo peor que puedes hacer cuando tienes un problema

Me fascina el lenguaje.
Me fascinan los conceptos que utilizamos para expresar lo que llevamos dentro, los giros, las metáforas, los rodeos; cada sílaba sugiere una nota musical y cada palabra marca un ritmo. Y todo ello crea la danza que dirige nuestra atención y nuestras acciones en la vida.
No es lo mismo decir “me encuentro entre la espada y la pared” que “estoy ante una encrucijada”, y no es lo mismo “sentirme bloqueada” que “sentirme perdido”. Y tampoco es lo mismo decir "estoy a punto de crear algo nuevo".
Todas ellas son expresiones que dirigen nuestra atención y que crean las sensaciones que experimentamos. O son sensaciones que experimentamos que luego dirigen nuestra atención para crear la metáfora.
En cualquier caso, cada una de estas maneras de vivir un problema o una situación son tan poderosas que tienen incluso el poder de influir en nuestra forma de respirar, de modo que terminamos viviendo en la propia metáfora hasta que algo dentro se transforma y nos eleva a otro nivel de experiencia.
¿Cuál es el mayor problema que tienes actualmente? Fíjate cómo la simple forma de enfocar la pregunta dirige tu atención. ¿Cómo respiras ahora? Y, ¿cuál es tu estado de ánimo?
knotPues precisamente esto es lo que ocurre cuando nos enfocamos en “el problema”. Y adivina lo que obtenemos cuando nos enfocamos en un problema: nuestra capacidad de pensar parece encogerse, se estrecha la mirada y por lo tanto, se estrechan las opciones que tenemos a nuestro alcance. Y seguimos obteniendo aquello en lo que pensamos: el problema.
Einstein decía que estamos constreñidos (“en-caja-dos”) por los límites condicionados de nuestro propio pensamiento. Y si lo piensas, concentrarnos en un problema es enfocar nuestra atención en pensamientos limitantes. ¿Por qué? Pues porque estamos mirando hacia la dificultad.
Hace poco, mientras tomábamos café, un amigo me regaló un llavero con una de esas monedas que liberan los carritos de supermercado (para ahorrarte el trabajo de tener que sacar la cartera y encontrar la moneda exacta).
Pero el llavero tenía truco, porque la moneda estaba contenida dentro de otra moneda. Por más vueltas que le di, por más que apreté, por más que busqué cómo sacarla, no había forma. Estuve unos diez minutos atascada. El me observaba, divertido, y se ofrecía a darme la solución. Pero me negué. Quería descubrirlo yo. De modo que, al despedirnos, quedamos en que le llamaría en cuanto lo resolviera. En menos de un minuto ya lo había hecho. ¿Cómo? Me propuse que mientras iba caminando por la calle, dejaría que mi sabiduría, mi ingenio, o como quieras llamarlo, lo resolvería mientras mi mente estaba en otras cosas. Y así sucedió. Mi mano jugueteaba con el llavero – pero no intentaba resolver nada -, simplemente jugueteaba, mientras yo iba andando concentrada en otras cosas. De hecho, tuve que parar y recolocar la moneda para averiguar cómo lo había hecho porque sucedió mientras pensaba en otras cosas. El truco estaba en realizar dos movimientos en lugar de uno sólo: apretar y deslizar.
Por lo tanto, tener la intención de encontrar la respuesta o respuestas a una situación (prefiero esta palabra, genera menos atasco) es importante. Pero no enfocándonos en lo que no funciona, en lo que va mal, en el problema. Esto nos pone en situación de lucha o huída (en modalidad de supervivencia e impulso primario) por lo que las opciones que vemos son limitadas, porque nos limitan a lo inmediato, al corto plazo. Como robar para no pasar hambre. Resuelve rápidamente el problema, pero tiene consecuencias indeseables.
Recuerda la última vez que resolviste un problema. ¿En qué momento te llegó la respuesta? La mayor parte de las veces la respuesta te llega en una conversación distendida, en la ducha, conduciendo (relajadamente), paseando, haciendo ejercicio, cuando estás de vacaciones. Raramente llegan las respuestas cuando tienes las cejas trenzadas sobre el entrecejo. Piénsalo. O mejor. No lo pienses demasiado. Las respuestas están ahí, y surgirán si creamos el contexto propicio para que lo hagan.
Es lo que se llama “serendipia”. La serendipia es como un accidente feliz que nos da la respuesta a algo importante. Como lo que ocurrió con un estudiante de arquitectura que buscaba una idea original para su proyecto de fin de carrera. Después de llevar días atascado ante su mesa de trabajo, decidió relajarse viendo un documental. El documental de la BBC en cuestión trataba de las abejas y sus costumbres. De pronto, tuvo la idea de utilizar la figura hexagonal del panal de abejas para diseñar un original edificio. La idea no le llegó mientras estaba atado a la mesa de trabajo dándole vueltas al problema.
Y aquí volvemos a la metáfora. “Darle vueltas” a un problema es afianzar el círculo. En un círculo no hay salida. La salida se crea cuando salimos del círculo convirtiéndolo en espiral y elevándonos al siguiente nivel de conciencia y eso no se puede hacer con la mente enfocada en “un problema”. Ya lo decía el psiquiatra Thomas Troward, a inicios del siglo pasado:
“La ley de la flotación no se descubrió contemplando el hundimiento de las cosas, sino la flotación de las cosas que lo hacen de forma natural e indagando inteligentemente en por qué ocurren así.”
Gracias por tu Compañía.
Y mucha Luz en tu Camino.



Este jueves 9 de octubre comienzo la serie de encuentros “Tardes de té y coaching” en Gran Canaria. Te invito a tomar té conmigo y a explorar, a través del Coaching Transformador, otras 3 claves importantes que nos permiten salir de los atascos. Toda la información más abajo. ¿Conoces a alguien a quien pudiera beneficiar? Reenvíale este mensaje. ¡Nos vemos allí!



miércoles, 17 de septiembre de 2014

Auto-cuidado radical: la importancia de superar la indecisión.


“Caminar por carretera, ¿eh?
Caminar por lado derecho, seguro.
Caminar por lado izquierdo, seguro.
Caminar por el medio, antes o después ser aplastado igual que uva”
Sr Miyagi a Daniel en Karate Kid


Uno de los temas recurrentes en mi práctica de coaching en los últimos tiempos es la indecisión. Y lo que les explico a mis clientes es que no decidir también es decidir.

Porque aunque tengamos la sensación de no elegir entre las opciones propuestas, al final  lo que sí elegimos son las consecuencias de cada postura. Como bien lo explica arriba el señor Miyagi a Daniel-san: caminar por el medio de a carretera es una decisión con tanto o más peso que caminar por la derecha o la izquierda. Sólo que la energía es diferente, porque si parte de la duda, la energía con la que se camina es titubeante, y la persona que opta por esa senda está más expuesta al fracaso por dos motivos: 

  1. No se siente congruente con su decisión porque la percibe como "incompleta". Su decisión es reactiva: es un acto de auto-protección. ¿De qué se protege? De las consecuencias imaginadas de las opciones no escogidas.

jueves, 31 de julio de 2014

Recuperar la cordura


¿Pero qué tipo de locura estamos viviendo? Hasta ahora he mantenido una alerta silenciosa ante lo que está ocurriendo en Gaza, porque no tengo palabras para expresar la vergüenza, el rechazo y el dolor que siento ante lo que sólo puede llamarse genocidio consensuado.Vergüenza porque yo formo parte de la comunidad internacional, mis impuestos pagan las armas que se están utilizando y mis acciones e inacciones a algún nivel contribuyen a crear el mundo en el que vivo yo, en el que vives tú, y en el que viven judíos y palestinos. Rechazo a la violencia como medio, como lenguaje silenciador, como fuerza exterminadora. Y dolor porque cada vez que veo el rostro desgarrado por el dolor de algún padre o madre que ha perdido a su hijo, yo soy ese padre y esa madre. Porque cada vez que veo a un niño o a una niña con el cuerpo mutilado o carente de vida, veo a mi propio hijo.
He decidido escribir porque hace unos momentos he visto, atónita, el vídeo de unos jóvenes y niños siendo enterrados vivos, lentamente por unos hombres. Fíjate que no digo niños palestinos. Ni soldados israelíes. Son hombres y niños. ¿Qué locura es esta? Nos estamos equivocando. Este no es el mundo que quiero para mi hijo, ni para el tuyo, ni para el de quien jamás leerá estas líneas. Quiero un mundo donde la fuerza y los valores operantes en las comunidades sean de tal magnitud que a nadie se le ocurriría ni remotamente hacer lo que se está haciendo, porque sabe que no se le permitiría. Aquí somos todos hermanos y hermanas, padres y madres, hijos e hijas. Es más lo que nos une que lo que nos separa. Hasta en las peleas callejeras siempre interviene alguien para parar la sinrazón.

Es hora de parar toda la inconsciencia. De reeducarnos y reeducar a toda la sociedad en una cultura de paz. En la cultura de la compasión y de la justicia social. En el cuidado y el autocuidado. Es hora de hacer la paz. Y sólo hay un sitio donde la podemos hacer y es desde nuestros corazones para que se derrame en nuestras comunidades. Es hora de escribir una historia distinta para las generaciones futuras. Desde mi pequeño e insignificante muro de Facebook pido el cese de todas las guerras. Pido la paz. Y pido perdón por mi ignorancia y por no saber qué hacer más allá de mi ámbito de influencia inmediata.

lunes, 26 de mayo de 2014

Hoy es lunes...



Hoy es lunes. 
Una nueva oportunidad que me ofrece la vida para despertar y pasar unos minutos sentada, en silencio, escuchando y sintiendo mi propia respiración, el aliento de vida que entra y sale de mi ser ofreciéndome una oportunidad de renovarme cada dos o tres segundos, cansada, sí, con ganas de seguir durmiendo, sí, pero disfrutando del silencio y de la oscuridad mientras me dispongo a realizar los quehaceres de la mañana; una oportunidad para salir a la playa y notar en la penumbra el frío particularmente intenso bajo mis pies descalzos, para correr con algo de desgana y de repente sentir que poco a poco recupero fuerzas, para cambiar el pensamiento y observar la hermosa mañana y el paisaje playa-montaña en plena ciudad y sentirme bendecida por poder hacerlo, para presenciar los primeros albores mientras hago estiramientos, para gruñir por lo bajo al ver una medusa en la arena que anuncia que hoy no podré nadar con brío sino con cuidadín-cuidadín; una oportunidad para mirar a mi hijo con ternura mientras duerme, y luego molestarme al ver que no tiene sus enseres preparados desde anoche, una oportunidad para despedirme de él sin tener nunca la certeza de volver a vernos, para tomar café mientras escucho el canto del canario enjaulado del vecino del edificio de enfrente, para inquietarme ligeramente al recordar que tengo una jornada de trabajo intensa por delante, haciendo lo que me gusta, para aprender de otras personas a través de mi trabajo, para crear, para co-crear, para decidir y re-decidir si hiciera falta, para experimentar sabores y sinsabores. Tan sólo llevo unas 3,5 horas despierta y ya he experimentado un sinfín de sensaciones, un sinfín de contradicciones, un sinfín de vivencias que me recuerdan que un día más tengo la oportunidad de vivir. 
Por todo ello, tarde o temprano agradezco que sea lunes o viernes, martes o sábado, este minuto o aquel. ¡Feliz jornada!
Gracias por tu Compañía.
Y mucha Luz en tu Camino.