lunes, 7 de octubre de 2013

Educar para crear entornos inteligentes

No hace mucho me describía mi hijo, consternado, cómo uno de sus profesores había "puesto un cero" a una decena de chicos y chicas de su clase por no haber entregado un trabajo en papel sujeto con grapas

Daba lo mismo que hubiesen utilizado un clip, una cinta o que los folios estuviesen sueltos, daba lo mismo la calidad del contenido, daba lo mismo el esfuerzo y el tiempo invertidos en la realización del proyecto, no había ninguna consideración hacia los momentos sustraídos del tiempo en familia o del tiempo a solas. El colofón, relataba mi hijo incrédulo, fue cuando el profesor dijo con semblante serio "y que conste que no es un capricho mío".

No voy a escribir una tesis moral acerca del comportamiento de esta persona. Pero este episodio, que de vez en cuando se repite a lo largo de la trayectoria escolar de cualquier persona, me suscita una serie de preguntas y reflexiones que me aventuro a compartir aquí.

¿Cuál es el propósito pedagógico de exigir que un conjunto de papeles estén unidos por una grapa, sin lugar a otras opciones? Entendiendo, claro está, que las hojas sueltas puedan convertirse en un engorro si llegaran a entremezclarse, ¿qué mensaje da una persona adulta que no considera el esfuerzo y el tiempo invertidos por un/una joven en la realización de un proyecto (además de su contenido) y sólo valora el que su orden haya sido obedecida, siendo ese es el criterio preponderante sobre todos los demás criterios?

Desde que tengo uso de razón, he entendido que la escuela es un lugar orientado a crear uniformidad (por mucho que se diserte sobre la atención a la diversidad), a insertar mucha información y poco conocimiento en las cabezas de sus estudiantes y donde la educación en su sentido original de ex-ducere (conducir, sacar hacia fuera) sólo brilla gracias a la contribución de algunos docentes y personal adjunto, que mantienen el espíritu de independencia, de creatividad y de discernimiento vivo en ellos y en sus estudiantes, y no se permiten abrumar por lo que John Taylor Gatto denomina "la lógica abstracta de las instituciones escolares".


Innovar enseñando y enseñar innovando: un ejemplo. 

Vivimos en un mundo cambiante que exige la continua capacidad de adaptación a un ritmo de cambio vertiginoso, que demanda el uso del ingenio, de la creatividad, de la capacidad de romper reglas, de la aplicación de la habilidad innata de percibir las cosas de manera innovadora, de la predisposición a arriesgarse, por ejemplo, para emprender, para explorar, para crear mejoras para el bien social.

Y sin embargo, el sistema educativo actual continúa enseñando a nuestros hijos e hijas a acumular información en lugar de educar (dada la omnipresencia de la web) para manejarla con discernimiento. Nuestros hijos e hijas aprenden a ser obedientes y sumisos, en lugar de desarrollar su autonomía y la confianza en la autoridad interna. La mayoría termina por entender que aprender es aburrido, y que no es más que memorizar información y regurgitarla tal cual nos la han transmitido los libros y docentes. Aprenden a moverse diariamente, constreñidos no sólo por el compás de un timbre, sino de horarios y maneras de enseñar y aprender que son totalmente contrarias al funcionamiento de nuestra neurología. 

Poco a poco les vamos alejando del espíritu de indagación bajo cuya mirada, aprender se convierte en un maravilloso proceso de flujo, exploración y relación con el entorno cambiante y, por tanto, con la incertidumbre.

Y así, paulatinamente, van aprendiendo que todo les vendrá dado de esta manera: regurgitado por la sociedad. Esperándoles con los brazos abiertos. Un puesto de trabajo diseñado a la medida de y por otro, un puesto de trabajo en el cual ellos y ellas tendrán la suerte de encajar (en-cajar) un día. 

Y, sin embargo, sabemos que el futuro ya no es ese. El futuro es de las personas dispuestas a emprender, a arriesgar, a explorar y a innovar. Es de las personas que toleran la ambigüedad y la incertidumbre. El futuro ese es ahora.

Es hora de transformar nuestro sistema educativo, paso a paso. Y no importa desde donde: lo podemos hacer desde la escuela, la guardería, el instituto o la universidad. Pero sobre todo desde casa. El sistema educativo no comienza en la escuela, sino en el seno de la familia.

Por tanto, eduquemos y eduquémonos para:

1. Hacer preguntas. No hay más que ver a los niños y niñas. Aprenden formulándose preguntas. ¿Qué es esto? ¿Para qué sirve? ¿Qué pasa si lo utilizo para esto? Cuestionemos. Todo progreso nace con una pregunta que precede a una acción.

2. Emprender proyectos. Esto les permite activar el espíritu creador, la innovación, y cualidades como la constancia, la tolerancia al cambio, a la incertidumbre y al fracaso como oportunidad de mejora. ¿Cómo? Escribir un cuento o un libro, aprender algo por sí solos (a programar, por ejemplo), crear un blog, un vídeo o una página web, diseñar un producto y venderlo por internet.

3. Resolver problemas. Todo es una oportunidad para aprender. Un problema, el mal llamado "fracaso", una inquietud interna también, nos incitan a hacer preguntas que nos muevan hacia la resolución de dos tensiones. Por ejemplo: 

Hija: ¡Se me ha roto la rueda del camión! 
Padre: Mmmm ¿Qué podemos hacer para arreglarla? (Invitar a la indagación en lugar de "Dámelo que yo te lo arreglo").

4. Experimentar una creciente autonomía. Permitir cada vez mayor autonomía (sin forzar) y la confianza en su sabiduría interna. Preguntar "¿Qué crees tú?" les invita a indagar, muestra respeto por su capacidad de considerar y explorar diferentes criterios y les mueve hacia la sana independencia de la opinión ajena.

5. Desarrollar la empatía y consideración. Me remito a la primera sugerencia: hacer preguntas y educarles para que consideren el alcance de sus acciones. Todos y todas estamos interconectados y la mayoría de nuestros actos tienen un alcance sobre otras personas y sobre el entorno.

6. Tolerar la soledad. Fomentemos los tiempos a solas. El aburrimiento es un maravilloso impulsor de la creatividad. No tenemos por qué estar continuamente entreteniendo a nuestros hijos e hijas.

7. Escoger. El sistema educativo limita las opciones que tienen nuestros hijos e hijas, y casi siempre escoge por ellos. Ofrecer opciones o permitir que ellos desarrollen las propias, fomenta todo lo anterior (1-6) además de la necesidad de responsabilizarse por sus elecciones y las consecuencias de las mismas.

Soltemos las grapas que restringen nuestras opciones y las de nuestros hijos e hijas y exploremos nuevas maneras de conducir hacia fuera (ex ducere) esa sabiduría interna, ese espíritu creador y ese increíble potencial que está dentro de ti, dentro de mí y dentro de cada uno de nuestros niños y niñas.


El sábado 9 de noviembre exploraremos estas ideas y más en el taller "Educando para crear entornos inteligentes". Con Herminia Pérez y Vanessa Limpkin. ¡Nos vemos allí!









  

2 comentarios:

  1. Precioso trabajo... de los más hermosos que podemos desarrollar. Felicidades compañeras!!!! Abrazos!!!

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    1. Gracias Araceli HazPaz. Que sigas haciendo las paces y llevándola a los corazones de las personas con las que trabajas. Un abrazo

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