jueves, 17 de mayo de 2012

Elijo vivir en el Mundo Sencillo


Tengo una creencia curiosa. Cada vez que estoy en un aeropuerto, inevitablemente me siento atraída por las librerías. Y las visito con la creencia de que, no importa en qué parte del mundo esté, siempre encuentro un libro interesante. Es una de esas autoprofecías que se cumplen.

Hace unos meses fui a recibir a alguien en el aeropuerto local. Mientras esperaba la llegada de su vuelo, entré con mi creencia al quiosco y abrí un primer  
 libro que me llamó la atención por su sencillo título. No se vanagloriaba, ni prometía nada. Comencé a hojearlo, dejando que las páginas pasaran solas mientras mi vista reposaba en el texto, cuando algo, súbitamente, captó mi atención. Recuperé de nuevo la página y leí las dos líneas que se repetían a lo largo del libro, de forma regular:

Elijo vivir en el Mundo Sencillo
Donde todo es fácil.

Sentí una paz inmensa. Leí de nuevo la frase:

Elijo vivir en el Mundo Sencillo
Donde todo es fácil.

¡Qué descanso! Compré el libro del título sencillo y sin promesas. Lo tengo en casa, no lo he leído, pero cada tanto tiempo, lo abro y leo:

Elijo vivir en el Mundo Sencillo
Donde todo es fácil.

Y respiro. Esta mañana lo volví a hacer.


Gracias por tu Compañía. Y mucha Luz en tu Camino.





NB:  El libro se titula "El mundo Sencillo", de Julia Rogers Hamrick.

lunes, 14 de mayo de 2012

Tiempo Einstein

“Hoy es el mañana por el que te preocupabas ayer”

Voy a compartir contigo hoy algunas de mis inquietudes más intimas… Acércate. Préstame tus oídos. Quiero hablarte de una relación que he tenido desde hace muchísimos años. Ha sido una relación delicada, a veces difícil. Quizás porque no he llegado a conocer del todo a la otra parte, pues ésta no se da a conocer fácilmente. ¿Te suena? Una relación en la que parece que tú pones todo de tu parte y el progreso nunca te viene garantizado.

Quizás te suenen algunas de las dinámicas personales que tenía en esta relación y que no me llevaban a ninguna parte: en los años que llevamos en convivencia, he intentando manejarlo, gestionarlo, controlarlo, manipularlo, y hasta dominarlo. A veces incluso he renunciado y me he dejado “fluir”, dejándome llevar por él pero, aunque ha habido momentos de felicidad y plenitud en su compañía, tenía la sensación de que él me dominaba a mí, y que tenía siempre la última palabra.

Desesperada, realicé cursos con la intención de transformar nuestra relación, invertí en costosos programas, en coaches, incluso uno de mis colaboradores cercanos en el ámbito profesional, me instruyó personalmente regalándome un voluminoso y elegante manual de entrenamiento que a él le había traído el éxito en su propia relación, y del cual a mí se me quedaron en la memoria las tapas. Meramente.

Curiosamente, estos últimos meses, y debido a un inusitado nivel de compromisos profesionales, he tenido la oportunidad de influir de una manera más positiva en esta delicada relación, transformando no sólo algunas de mis conductas y actitudes, sino también mis creencias acerca de él. Empiezo a percibir mejores resultados en nuestra relación de los que he tenido el placer de experimentar hasta ahora. Estoy, no obstante, en etapa de entrenamiento, y nos queda mucho por aprender y compartir. ¿Su nombre? El tiempo.

Entre las relaciones más delicadas que forjamos y en la que ciertamente recibimos poca, si alguna, formación o instrucción, está nuestra relación con el tiempo. No me malinterpretes, cumplo plazos, y saco adelante mis cometidos, pero con el tiempo (y valga aquí la redundancia) había ido notando una mayor sensación de presión, nunca tenía suficiente en el cual realizar todo lo que quería. Y no estaba sola. Cada vez más personas hablaban, y hablan del “tempus fugit”, a pesar de los avances en tecnología y de nuestros modernos sistemas de vida. Habiendo yo misma probado diferentes tipos de sistemas, e invertido dinero y tiempo en ellos, me fui dando cuenta de que su función era muy limitada porque el enfoque de la filosofía de la “gestión” del tiempo es lineal.

Los sistemas lineales funcionan, pero sólo en cierta medida, o para algunas personas. No obstante, para la mayoría, sobre todo si eres una persona particularmente conectada a tu parte creativa o “anárquica”, como yo, en cuanto organización, los sistemas habituales fallan.

Gay Hendricks comenta que el paradigma habitual que utilizamos sobre el tiempo es newtoniano, es decir, que parte de la visión del tiempo como un recurso finito, limitado y escaso. Nunca hay suficiente tiempo, bajo esta óptica, y hay que hacer grandes esfuerzos para conseguirlo y gestionarlo. De hecho, si el tiempo fuese alimento, ¡continuamente tendríamos hambre! Este paradigma garantiza una relación problemática con el tiempo, como la que manifesté al inicio de esta reflexión. El quid de la cuestión radica en que tendemos a percibir el tiempo como algo “allá fuera”, lo cual lo convierte en maestro y a nosotros en sus esclavos y esclavas, en lugar de algo que emana de nosotros.

No obstante existe un paradigma del tiempo, que Hendricks denomina “Einstein time” (Tiempo Einstein), basado en su explicación coloquial de la relatividad. En una ocasión, y para ilustrar la validez de su teoría acerca de la relatividad aplicada al tiempo, Albert Einstein puso como ejemplo el hecho de que una hora junto a la persona amada parece un minuto, mientras que un minuto con la mano puesta sobre una estufa al rojo vivo es como una hora para quien lo padece.

Para crear este cambio de paradigma, vamos a percibirnos a nosotros mismos como la fuente del tiempo. Yo soy la fuente de mi tiempo. Y nos comprometeremos a actuar como si así fuera. Esto requiere que eliminemos cualquier queja relacionada con la falta de tiempo. Vamos a ponernos a dieta y eliminar dichas quejas. Por ejemplo, nos comprometeríamos a dejar de decir cosas que nos ponen, de forma obvia o sutil, en relación de víctima con respecto al tiempo, como:

“¡No tengo suficientes horas en el día!”
“Me encantaría, pero no tengo tiempo”

Poco a poco podremos imbuirnos del momento presente, y disfrutar o centrarnos plenamente en lo que nos ocupa ahora.

¿Cómo experimentarlo en términos prácticos y aplicables a nuestro día a día? Es cuestión de enfoque. Los coaches Steve Chandler y Michael Neill han creado y difundido, respectivamente, un sencillo sistema para fomentar el “Tiempo Einstein”.

Toma un papel y un bolígrafo, o tu libreta electrónica. Crea un documento y traza una línea por la mitad. A la columna de la derecha le puedes poner por título: “A realizar” o “Pendiente”. Utiliza para el título un vocabulario desestresante, neutral para ti. En esta columna vas a anotar una lista de tareas, metas objetivos y actividades a realizar.

En la columna de la izquierda vas a escribir: “Lo único que tengo que hacer hoy es…”. Ahora escoge una de las acciones de la columna izquierda y anótala en la columna derechaa. Dedícate a ella plenamente, sabiendo que en este instante, es lo único que tienes que hacer ahora, plenamente. Cuando termines, puedes borrarla o ponerle un “tick” y pasar a la siguiente. Nota cómo la sensación de presión se disipa, y empiezas a disfrutar más de tu día y de las cosas que te has comprometido a hacer, sabiendo que tú eres la fuente del tiempo y por tanto te mereces y puedes tener una mejor relación con él. A mí me va cada vez mejor, y a algunos de mis clientes también.

Mucha Luz en tu camino. Y gracias por tu compañía.


Aún quedan algunas plazas para el intensivo: Certificación de Practitioner en Programación Neurolingüística, por la American Board of Neuro-Linguistic Programming (ABNLP), en junio. Tendrá lugar en Las Palmas de Gran Canaria y las plazas son limitadas.






miércoles, 2 de mayo de 2012

Mini-sesión de coaching

El poder del pensador y la pensadora vs el poder del pensamiento

Se habla mucho en nuestros días del poder del pensamiento. “Piensa en positivo”, “piensa de manera creativa”, “eleva el nivel de tus pensamientos, pues tus acciones y resultados sólo se elevarán al nivel de tu pensamiento”. Pero… ¿realmente es cierto? Si escogemos nuestros pensamientos, ¿no existe acaso un nivel superior de influencia? Recuerda un momento en tu vida en que te sorprendiste superando el nivel de tus propios pensamientos y expectativas habituales… Me gusta pensar (valga la redundancia) que nuestros pensamientos realmente no tienen tanto poder como pensamos (valga de nuevo la redundancia). El pensamiento tiene sólo el poder que le otorga la persona que los piensa. Dotamos de demasiado poder al pensamiento, y si no me crees, recuerda algún momento en que te reíste de tus propios pensamientos y los eliminaste rápidamente. Si la imagen que acompaña al texto fuese una metáfora del pensamiento, ¿quién tiene el poder realmente? ¿El pensamiento o la pensadora? ¿De qué manera vas a ejercer tu poder hoy? ¡Disfruta de tu día!