jueves, 31 de julio de 2014

Recuperar la cordura


¿Pero qué tipo de locura estamos viviendo? Hasta ahora he mantenido una alerta silenciosa ante lo que está ocurriendo en Gaza, porque no tengo palabras para expresar la vergüenza, el rechazo y el dolor que siento ante lo que sólo puede llamarse genocidio consensuado.Vergüenza porque yo formo parte de la comunidad internacional, mis impuestos pagan las armas que se están utilizando y mis acciones e inacciones a algún nivel contribuyen a crear el mundo en el que vivo yo, en el que vives tú, y en el que viven judíos y palestinos. Rechazo a la violencia como medio, como lenguaje silenciador, como fuerza exterminadora. Y dolor porque cada vez que veo el rostro desgarrado por el dolor de algún padre o madre que ha perdido a su hijo, yo soy ese padre y esa madre. Porque cada vez que veo a un niño o a una niña con el cuerpo mutilado o carente de vida, veo a mi propio hijo.
He decidido escribir porque hace unos momentos he visto, atónita, el vídeo de unos jóvenes y niños siendo enterrados vivos, lentamente por unos hombres. Fíjate que no digo niños palestinos. Ni soldados israelíes. Son hombres y niños. ¿Qué locura es esta? Nos estamos equivocando. Este no es el mundo que quiero para mi hijo, ni para el tuyo, ni para el de quien jamás leerá estas líneas. Quiero un mundo donde la fuerza y los valores operantes en las comunidades sean de tal magnitud que a nadie se le ocurriría ni remotamente hacer lo que se está haciendo, porque sabe que no se le permitiría. Aquí somos todos hermanos y hermanas, padres y madres, hijos e hijas. Es más lo que nos une que lo que nos separa. Hasta en las peleas callejeras siempre interviene alguien para parar la sinrazón.

Es hora de parar toda la inconsciencia. De reeducarnos y reeducar a toda la sociedad en una cultura de paz. En la cultura de la compasión y de la justicia social. En el cuidado y el autocuidado. Es hora de hacer la paz. Y sólo hay un sitio donde la podemos hacer y es desde nuestros corazones para que se derrame en nuestras comunidades. Es hora de escribir una historia distinta para las generaciones futuras. Desde mi pequeño e insignificante muro de Facebook pido el cese de todas las guerras. Pido la paz. Y pido perdón por mi ignorancia y por no saber qué hacer más allá de mi ámbito de influencia inmediata.