viernes, 30 de diciembre de 2011

A los héroes y heroínas del 2012

Prácticamente todos los días, desde la aparición de la web en mi vida, recibo un sinfín de correos, powerpoints, películas y artículos sobre grandes héroes y heroínas, personas que han realizado acciones descomunales, que han creado imperios y emporios, que han salvado parte de la humanidad o que han creado corrientes y artefactos que impactan en nuestras rutinas diarias. Héroes y heroínas merecedores de nuestra admiración, claro, pero inasequibles, desconocidos y lejanos. Seres bidimensionales que apreciamos en imágenes, ya sean quietas o en movimiento.

Desde tiempos remotos, a los seres humanos nos han encantado los héroes y heroínas, esos personajes que hacen lo difícil o imposible y que nos inspiran a hacer lo mismo. Quizás también representan para nosotros el anhelo secreto a ser rescatados de nuestras dificultades por una fuerza mayor, sin tener que arriesgarnos a perder nada, pues “ellos” no sólo saben lo que hacer, sino cómo hacerlo también. Pero es precisamente esta esperanza casi ciega en las acciones de alguien fuera de mí que tiene las respuestas, lo que nos ha conducido a esta crisis mundial que estamos experimentando.

Estas navidades viajé a pasar unos días en compañía de mi familia británica. Entre preparativos, visitas, juegos y celebraciones, los días transcurrieron en una especie de trajín armónico, con diversos trasfondos de conversaciones serias y otras más cómicas y superficiales. Participando activamente en estas interacciones con miembros de la familia y algún amigo o amiga que se sumó a las celebraciones, pude constatar una vez más cómo en este grupo de personas se manifiestan un sinfín de virtudes, cualidades y destrezas (sombras también, claro) que me sirven de referente, especialmente para áreas o tendencias de mi vida en los que necesito más refuerzo.

El desprendimiento y la generosidad  de una (que por cierto hay que tener cuidado con lo que le dices, pues si le dices “¡qué bonita falda llevas!”, se la quita y te la da - ¡verídico!), la tolerancia de otro, la ecuanimidad de la otra, la intuición de aquella, la capacidad organizadora y de liderazgo de esta, la entrega y lealtad de aquel, todo ello en un reducido espacio familiar, y contenido en personas con cara, nombre, e historias de vida, algunas de ellas espeluznantes e inspiradoras, de forma que no necesito ir a internet para encontrar héroes y heroinas cercanos que me inspiren, porque están al alcance de mi mano, de mi vista y, por encima de todo, de mi corazón.

Fue durante esta estancia que decidí subir al desván, donde están almacenados algunos de nuestros “tesoros” personales (fotos, libros, cartas) y donde encontré un libro de poemas por el poeta americano William Stafford. Hojeando el libro, en medio del desván, mi vista se posó sobre un breve poema titulado “Allegiances” (“Lealtades”) cuyo pimer verso, traducido, dice: “Es hora de que todos los héroes se vayan a casa”.

Sentada en la penumbra, entre cajas y paquetes y con un frío que pelaba (es la única zona de la casa que carece de calefacción), volví a pensar, agradecida y enternecida, en las personas de carne y hueso de mi entorno personal y profesional que me han brindado inspiración, apoyo, amistad, solidaridad, consuelo, alegría, e incluso bienes materiales, que me han abierto caminos y que abren caminos que otras personas ajenas a ellos transitarán…

Y también pensé en esas personas en las que ponemos nuestras esperanzas, a las que dotamos de responsabilidad y poder para que resuelvan los problemas que hemos creado entre todos y todas, los que tienen una visión de futuro a menudo excluyente, en lugar de integradora, y releí el verso: “Es hora de que todos los héroes se vayan a casa”.

Porque esta crisis que nos aflige de cerca y de lejos, y de la que nos quejamos a diario, abre las puertas a una nueva especie de héroe que no son ni nuestros políticos, ni nuestros dirigentes ni, por muy admirados, nuestros líderes espirituales. Esta nueva estirpe de héroe y heroína está aquí ahora mismo, escribiendo y leyendo estas líneas. Son los héroes y heroínas que necesitan salir de sus casas. Somos tú y yo.

Mi visión para el 2012, y me arriesgo a compartirla, es crear comunidad. Creo que estamos llamados a solidarizarnos. La solidaridad, la visión comunitaria, el anhelo de pertenencia hicieron caer los muros de piedra en la década de los ochenta, y lo están haciendo de nuevo con los muros virtuales de nuestra visión limitada y limitadora (el 15M es un ejemplo de ello), creando nuevas tendencias, nuevas economías sostenibles y nuevas formas de trabajar y de expresar nuestros talentos. De hecho ¡ya está ocurriendo! En mi propio entorno veo personas que están creando nuevas ocupaciones (que aún no tienen nombres formales), clientes y amigos que abandonan (¡sí!, has leído bien) trabajos "seguros" y bien remunerados para manifestar la expresión de su Alma, como decía una cliente.

¿Y cómo contribuir a la transformación comunitaria? Potenciando las relaciones. Todo lo que existe en nuestro planeta, por no decir el universo, existe por la interacción de dos o más seres u organismos. Todo está en relación. Tú y yo nos necesitamos, somos interdependientes. Y a la vez estamos interconectados con otros seres vivientes. Potenciemos nuestra mutua presencia, nuestras experiencias, nuestras virtudes y nuestros talentos. Debatamos de manera ética en mesas redondas cómo podemos transformar esta situación, aprendiendo de ella, y actuemos en conjunto. Creemos un nuevo tipo de liderazgo resiliente basado en la colaboración, potenciando así lo mejor de nosotros y de nuestros entornos. Aunque no veamos el resultado inmediato, las generaciones venideras se beneficiarán de nuestras acciones. ¡Feliz 2012!
 

martes, 13 de septiembre de 2011

Libro recomendado: Coaching para Milagros® de Raimon Samsó

 Una vez más vuelvo a confirmar algo que decía uno de mis grandes maestros-coaches, John Grinder, y es que si deseas formarte o trabajar con un/una gran coach, más que cualquier otra cosa, comprueba su congruencia. He leído varios libros de Raimon Samsó, y he experimentado su presencia en sus conferencias y talleres: lo comprobé entonces y lo vuelvo a comprobar: supera la prueba de manera exquisita.

Cuando oí este verano que Raimon publicaría un libro titulado Coaching para Milagros®, supe que prometía y me propuse adquirirlo en cuanto saliera a la venta. Acabo de terminar su lectura y deseaba compartir con ustedes algunas de mis impresiones acerca del mismo.

El libro, publicado como e-book en formato pdf y listo para descargar (y, por lo tanto muy económico), fue escrito según el mismo Samsó, con el fin de “reivindicar el maridaje entre conciencia y dinero” (http://coachingparamilagros.info/), ¡y llenar nuestros corazones de satisfacción!

El libro  está dividido en dos partes bien diferenciadas y complementarias, un orden inteligentemente invertido previo a su publicacion, y cuya inversión explica el autor, no sin cierta picardía. La primera parte está dedicada al aspecto “hacer” (acción externa), y la segunda al aspecto “ser” (acción interna) de las profesiones de coach y otras relacionadas.

En la primera parte, Raimon describe cómo cada cliente se convierte en un reflejo de su coach, de todas sus congruencias e incongruencias (incluyendo su manera de establecer los honorarios), y advierte que sólo amándoles podremos disfrutar de esta profesión. Tomemos nota: la mejor manera de mejorar como coaches, es precisamente relacionándonos con nuestros clientes desde el amor incondicional… 

Muchos coaches emergen de su formación sin el know-how que les permita darse a conocer y “atraer” clientes. De modo que una persona podría ser una magnífica profesional del coaching, pero encontrarse sin clientes simplemente porque no sabe cómo hacerse visible en el mercado.

En esta primera parte sobre el aspecto hacer del coaching, Raimon nos toma de la mano y con su característica generosidad nos desvela estrategias para ser visibles en el mercado, crear fuentes de ingresos pasivos, convertirnos en la referencia como coaches, crear productos irresistibles y ganar credibilidad.  ¡Difícil no prosperar después de aplicar toda la información que ofrece!

Y dado que nuestras vidas son el resultado de las decisiones y acciones que tomamos, nos anima a que decidamos ser 100% visibles y que demos nosotros los pasos recomendados para serlo, en lugar de esperar a que nuestros clientes se materialicen por el mero hecho de encargar unas tarjetas de visita.

En definitiva y estés en la profesión en la que estés, si deseas prosperar, Raimon te insta a la acción y además te dice cómo

Hace muchos años, en la época de los ochenta, descubrí un sistema-camino para conectar con la Sabiduría Interna que llevamos dentro y que es patrimonio de todo ser humano. El sistema viene detallado en un libro llamado Un Curso en Milagros. Me he deleitado al comprobar que Samsó basa la propuesta de la segunda parte de su libro, en ese sistema-camino, propuesta a la que llama “coaching para milagros”, pero que es aplicable a cualquier persona que realmente desee convertirse en profesional de milagros, y no sólo a coaches.

Y ¿cuál es ese milagro? Raimon lo explica con detalle en su libro, pero en resumidas cuentas, consiste en despertar a nuestros clientes de su error en la percepción de sus situaciones indeseadas. Y para lograrlo, quien debe despertar primero es la/el propio coach.  Y eso se logra desde el ser y no desde el hacer.

Coaching para Milagros® desbanca la falacia, tan extendida en esta profesión, de orientar imperiosamente al hacer, hacer, hacer. A través de su obra Raimon nos devuelve a la posición del ser, a la percepción de un nuevo yo, al que podemos acceder en un simple instante, simplemente con un cambio de mirada.  Y es porque desde el ser activamos el proceso de crear milagros en nuestras vidas, aunque el hacer sea importante para poder trabajar con nuestros talentos y crear más talentos. Y ambos son perfectamente compatibles e incluyentes.

Gracias por la oportunidad de aprender de ti, Raimon, y que sigas creando Milagros.

Mucha Luz en tu Camino. Y gracias por tu compañía.

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Raimón estará este fin de semana en Tenerife impartiendo el seminario "Vivir sin Jefe" junto con Sergio Fernández. Para más información/inscripciones, contacta con juanategil@gmail.com


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Formación intensiva en  Coaching Transformador: Las Palmas, 26 sep - 21 oct 2011. Plazas muy limitadas.  Info:   http://es.scribd.com/doc/63972982/Formacion-Coaching-Transformador



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lunes, 5 de septiembre de 2011

Todo llega: navegar por las transiciones


La casa del corazón dejé en ruinas con mis manos.
Y supe que en las ruinas el tesoro está.
Rumi (poeta místico persa, s. XIII)

Recientemente uno de mis clientes, que está viviendo una transición importante en un área de su vida, se quejaba de que a pesar de poner todo de su parte para impulsar el cambio hacia lo nuevo y mejor, las cosas no parecían salir. “¡Parece como que nunca llego!" se quejaba. Cierto es que había dado pasos pequeños, grandes, y algunos de ellos, gigantescos y retadores para él, y la evidencia de los resultados parecía ser lenta. Reflexionando acerca de esta situación y de otras similares que he vivido en mi propia vida en las que, aparentemente, he puesto todo lo que he sabido de mi parte, y he recibido un aparente silencio inicial por respuesta de mi universo, recordé una anécdota  que comparto con ustedes ahora.

Hace muchos años, en mi época de universitaria en Londres, una de mis compañeras de carrera me invitó a compartir un almuerzo navideño con su familia, una singular mezcla de italiana, irlandesa e inglesa. Recuerdo en esa comida que el tradicional Christmas pudding[1], postre que tiene su origen en la Inglaterra medieval, fue el mejor que había probado en toda mi vida. “¡Qué maravilla de Christmas pudding!”, comenté mientras me deleitaba en todos los aromas, sabores y texturas que recogía mi paladar. Cuando concluyó ese inolvidable almuerzo horas más tarde, me aventuré a pedirle la receta, y digo me aventuré porque es un tema delicado. Algunas de las recetas de Christmas pudding han ido pasando de generación en generación y no se comparten con extraños. Ella me llevó a la despensa y extrajo de un oscuro rincón una antigua lata de galletas. La abrió, y allí vi, envuelto en un paño de lino, su tesoro. En la tapa de la lata, por fuera, estaba anotada la receta, con la fecha de elaboración del Christmas pudding que sostenía en sus manos. Me quedé boquiabierta al comprobar que la había elaborado en enero (estábamos a diciembre). ¡El pudding había estado macerándose todo un año!

Christmas pudding

Una de las paradojas más inquietantes que nos toca vivir por el mero hecho de habitar este planeta, son las etapas de transición. Toda nuestra vida está recogida en una transición, que transcurre desde que nacemos hasta que morimos, y ese mismo espacio es escenario de múltiples transiciones. Cada día, cada hora y cada minuto que pasan son transiciones a otro momento, la vida es un entramado de comienzos y finales, con muchos entremedios.

Lo fascinante de esto es que nuestra atención se centra sobre todo en los extremos de las transiciones: en los finales (y toda transición, paradójicamente, comienza por un final), porque la sensación de pérdida y el apego “a lo que era y ya no es” nos conecta con la tristeza, la confusión y la incertidumbre; y en los principios porque son exhilarantes y nos conectan con el optimismo y la emoción de lo nuevo. Pero existe otra área importante que necesitamos habitar en cualquier período de transición que es esa etapa intermedia, esa zona neutral, donde poco parece suceder. Y esta etapa es determinante, pero la menos apreciada en el proceso porque no parece estar ocurriendo mucho en ella, por más que hagamos.

Las antiguas sociedades tribales se cuidaban mucho de educar a sus integrantes en estos períodos "entremedios". El antropólogo Arnold van Gennep, que fue quien acuñó el término “rito de paso” describe cómo en determinadas ceremonias se separaba al inidividuo del grupo, y se le aislaba para que viviera una muerte simbólica, por ejemplo se le enviaba al desierto o a habitar alguna zona inhóspita (los aborígenes australianos en su walkabout enviaban al adolescente a vivir 6 meses solo en terreno salvaje) y, pasado el período de aislamiento y una vez integrados los cambios, se le rehabilitaba y reinsertaba en el grupo.

En nuestra sociedad, desafortunadamente, estos importantes períodos de contemplación, se consideran vacíos porque los vivimos desde la óptica de la carencia, de la ausencia de algo, y por ello terminamos  abandonando o sustituyendo proyectos, planes de futuro, parejas y libros a medio escribir, porque los resultados no son inmediatamente visibles.

Por otra parte, en esta misma zona neutral donde nada parece suceder en el plano físico, algunas personas notan cómo surge en ellas un anhelo por aislarse unos días, irse a una casa de campo prestada, irse de retiro o incluso separarse temporal o definitivamente del círculo de amistades asociadas a una etapa obsoleta de sus vidas. Este, al igual que el embarazo, es un período de gestación, absolutamente necesario para que emerja el ser de esta nueva etapa, completo, congruente y con un nuevo sentido de propósito en la vida. Es importantísimo, si aún anhelamos esa transformación, no abandonar y mantenernos en la espera activa.

De modo que si estás en esa zona neutral, en este momento, con la sensación de haber movido todas las fichas que has de mover, quizás sea momento de permitirte vivir plenamente ese período intermedio, para que, como dice Rumi en su poema, surja de las ruinas el Tesoro anhelado. En resumidas cuentas:
1.   No tengas prisa. Aprovecha para disfrutar de lo aparentemente insignificante: el canto de un pájaro, la elaboración de un plato, el trayecto matutino.
2.   Acepta la incomodidad. Sé consciente de que no siempre entenderás todo lo ocurrido, ni que recibirás respuestas claras y contundentes a tus preguntas. Todo período de aprendizaje va precedido de un período de confusión.
3.   Utiliza este período de gestación para deleitarte en ti, a la vez que sigues dando los pasos necesarios para crear lo nuevo.
Es en este mismo espacio donde, al igual que el Christmas pudding de Verónica, irán macerando todos esos deliciosos ingredientes que hemos ido añadiendo a nuestros proyectos, a nuestras relaciones, a nuestros sueños. ¿Para qué? Para que emerja el ser que nos permitirá encaminarnos y atraer aquello que más vibre con nuestra energía y nuestros valores actualizados. Fue en ese mismo pudding macerado en el que, por vez primera, encontré una moneda de oro macizo, augurio de fortuna para el nuevo año que comenzaba.

Mucha Luz en tu camino. Y gracias por tu compañía.


[1] Postre navideño, de origen británico, que consiste en una elaboración compuesta de frutos secos, melazas, azúcares, zumos de fruta y brandy, entre otras cosas. Tradicionalmente a uno de los comensales le tocará encontrar una moneda oculta en el mismo, signo de fortuna para el año venidero.


Formación intensiva en  Coaching Transformador: Las Palmas, 26 sep - 21 oct 2011. Plazas muy limitadas.     Info:

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sábado, 27 de agosto de 2011

El deleite del error

Piensa en un anhelo que tengas. Sí, ese. Ahora piensa en uno que siempre hayas tenido y que aún no te has atrevido a realizar. Podría ser ese mismo. Bien. ¿Qué te está impidiendo realizarlo? Son muchos los nombres que le ponemos a los impedimentos, esa “cosa” despersonalizada que no es nosotros, sino algo contra lo que luchamos y que nos mantiene apartados de nuestro sueño.

Uno de los obstáculos más frecuentes que escucho en mi práctica de coach, y la causa de la distancia entre una meta y la persona que la anhela es la respuesta que esta se da a las siguientes preguntas ¿Y qué pasa si me equivoco? ¿Y si luego no es la decisión correcta? De esta manera, el mero temor a cometer un error, también conocido como “fracasar”, es suficiente como para no decidirse a dar un paso que lleve a una mejor forma de vida, a una experiencia enriquecedora, o a desarrollar talentos con beneficios insospechados para uno mismo y para los demás.

Kathryn Schulz, autora de Being Wrong (“Equivocarse”), comenta que uno de los mayores deleites del ser humano radica en tener razón. Además, si lo piensas, un aspecto esencial de nuestra supervivencia se basa precisamente  en nuestra capacidad de predecir, de sacar conclusiones correctas acerca del mundo que nos rodea, y de detectar amenazas, a modo de autoprotección.

El problema está en que si consideramos el tener siempre razón como nuestro estado natural y deseable, ¿qué ocurre cuando nos equivocamos? Nuestra relación con el error nos saca de nuestra zona de confort, evocando en nosotros todo tipo de sensaciones que nos conectan con nuestra propia vulnerabilidad. Pero, ¿acaso no es en algunos de esos momentos de mayor vulnerabilidad donde más acelerado es nuestro aprendizaje, nuestro crecimiento y, me atrevo a aventurar, en ocasiones, nuestro deleite? Y aquí no me estoy refiriendo a errores del ámbito médico o de la aviación, sino a esos errores que surgen al trazar un plan que se sale de lo habitual y nos invita a explorar nuevas posibilidades de actuación. De hecho, el libro de Schulz tiene por subtítulo el sugerente “Aventuras en el margen del error”. Y es que algunos errores nos llevan precisamente por el camino de la aventura. Si no fuera por un "error", ¿dónde estarían ahora los pañuelos de papel, la penicilina, las notitas Post-It, los cornflakes, las patatas fritas (las de paquete), o los rayos X?

Te animo a que escojas un error que hayas cometido en alguna iniciativa que tuviste en tu vida. Considera lo siguiente:

 (1) Imagina hablando con tu nieto/nieta en años venideros, ¿qué les dirías que tuvieran en cuenta, para evitar cometer el mismo error?
(2) Si el error ocultara 3 dones, regalos o talentos a desarrollar en el momento actual (para ti), ¿cuáles serían?
(3) Si aún te cuesta aceptarlo, ¿qué pasaría si eligieras ver aquel error desde un punto de vista nuevo y fresco?

En una ocasión, un periodista entrevistaba al presidente de una conocida entidad financiera:

-“¿Podría desvelarnos el secreto de su éxito?” – preguntó el reportero.
-“Dos palabras”
-“Y, ¿cuáles son?”
-“Decisiones correctas”
-“Y, ¿cómo toma usted decisiones correctas?”
-“Una palabra”
-“¿La podría compartir con nosotros?”
-“Experiencia”
-“Y ¿cómo adquiere usted experiencia?”
-“Dos palabras”
-¿Cuáles son?
-“Decisiones incorrectas”

Regresemos a ese anhelo que comentábamos al principio, y considera: 

 (1) Cuando otras personas temen realizar sus sueños, ¿qué les dices? Utiliza esas mismas palabras y esa voz contigo, ¿qué ocurre?
(2) ¿Qué ganas al no llevarlo a cabo? ¿Prefieres eso al anhelo hecho realidad?
(3) Y, finalmente, ¿qué te ha permitido "lanzarte" en otras ocasiones?

Dice R. Kiyosaki de los errores: “Estúdialos, aprende y saca provecho de ellos”. Que el miedo a cometerlos en el futuro imaginado sea mero consejero y no un obstáculo para la realización de tus anhelos.

Mucha Luz en tu camino. Y gracias por tu compañía.

lunes, 15 de agosto de 2011

Profundas gracias


Comienzo a reactivar el Blog, después de un período de intensa actividad profesional. Desde aquí quiero dar las gracias a todas las personas con las que he compartido camino estos últimos meses, agradecimiento que incluye a mis clientes de coaching, a las personas del ámbito profesional con las que me he relacionado en mis cursos de formación, con los padres y madres, y sus hijos, en los talleres, y con las personas que han confiado en mí para invitarme a formar, temporalmente, parte de su plantilla.

En especial, y por lo intenso de la duración y del camino, al grupo de participantes del Máster en Inteligencia Emocional para el Desarrollo Profesional. Han sido meses y meses de asistencia diaria tras una larga jornada laboral, en los que, junto con Sergio Cutié, hemos compartido en ese espacio arropador anhelos, inquietudes, dudas, experiencias muy, muy personales, y cómo no, muchas ambrosías ;-))… ¡Ah! y el potaje, los refrescos, los churros con chocolate, y las pizzas de la última etapa, de los cuales nos hicieron partícipes las vecinas y pequeños comerciantes de la zona. Enhorabuena a todos y todas por participar plenamente en la experiencia y por el nivel de compromiso que tienen para con su propio progreso y desarrollo, hasta tal punto que algunos incluso han cambiado de profesión, y otros han comenzado a dar los pasos hacia la congruencia con sus propios talentos. Ha sido un verdadero honor. Me inclino ante ustedes con humildad y profundo agradecimiento.

Por último, otra mención especial a un grupo de catorce Coaches Transformadores que finalizaron el pasado viernes una de las formaciones más intensas que he facilitado, y en la que desarrollaron las destrezas necesarias para convertirse en Coaches Profesionales, con prácticas constantes, capaces de activar talentos, dones, creatividad y, en definitiva, lo ejemplar de cada ser humano con quienes realizan sus acompañamientos. Este ha sido verdadero viaje de héroe con heroínas, en el que ustedes han protagonizado la aventura de enfrentarse con Dragones a los que finalmente han convertido en aliados, y han profundizado la alianza con los Guardianes y Guardianas del entorno, convirtiéndose ustedes en Guardianes Ejemplares y custodios del Tesoro que cada ser humano ha venido aquí a potenciar y compartir.
Incluyo a continuación el testimonio de una de las participantes:


Un vez más, me inclino ante ustedes con humildad y profundo agradecimiento, consciente de que mi propio Tesoro brilla porque refleja la Luz que emana de cada uno/una de ustedes.

Mucha Luz en vuestro camino. Y gracias por vuestra compañía.

miércoles, 1 de junio de 2011

La mirada transformadora


Los ojos de los seres vivos poseen la más sorprendente de las virtudes: la mirada. No existe nada tan singular. De las orejas de las criaturas no decimos que poseen una "escuchada", ni de sus narices que poseen una "olida" o una "aspirada".
¿Qué es la mirada? Ninguna palabra puede aproximarse a su extraña esencia. Y, sin embargo, la mirada existe. Incluso podría decirse que pocas realidades existen hasta tal punto.
¿Cuál es la diferencia entre los ojos que poseen una mirada y los ojos que no la poseen? Esta diferencia tiene un nombre: la vida. La vida comienza donde empieza la mirada.                                                                           Amélie Nothomb  -  La metafísica de los tubos

La mirada. Una de mis expresiones favoritas. Habla de una manera específica de utilizar los ojos, pero va más allá de la vista. La mirada revela nuestra particular manera de dirigir la conciencia, de percibir eso que llamamos realidad y que asumimos está fuera, más allá de los límites demarcados por nuestra piel. Cada mirada crea su enfoque particular y es capaz de evocar en quien la proyecta todo tipo de percepciones y sensaciones, influyendo incluso en la percepción del tiempo, de los ritmos, de los movimientos, de las audiciones y, sobre todo, en las sensaciones internas, en eso que llamamos “emociones”.
Si la mirada tiene tanto poder, ¿cómo es que no aprendemos a dirigirla conscientemente? ¿Cómo es que elijo adoptar miradas como “yo nunca podría…(sustitúyase el espacio en blanco por todo aquello que anhelamos ser, hacer o tener, pero que no nos permitimos: crear más tiempo para nuestro esparcimiento y bienestar, tocar a puertas para pedir lo que necesitamos – trabajo, ayuda, apoyo, dinero para un proyecto, compañía, escucha, cambios…)”. Seguramente porque no hemos aprendido a hacerlo, no hemos recibido entrenamiento en cómo dirigir nuestra consciencia, y si lo hemos recibido, ha sido mínimo. ¿De qué manera se transformaría tu vida si comenzaras a entrenar tu mirada para crear una percepción de la realidad más acorde a tus necesidades, y  también a tus anhelos y deseos más profundos, para tu bienestar y el de las personas que te rodean?
¿Cómo diriges tu mirada en tu vida, en tus diferentes ámbitos y hacia las diferentes personas con las que te relacionas? La mirada no es prerrogativa de las personas videntes, sino de todo ser humano, de modo que ¿por qué no entrenarnos AHORA para dirigirla de una manera más benévola, con el fin de crear resultados que nos conecten con la felicidad que llevamos dentro, con más frecuencia?
¿Qué es esa fuerza misteriosa (o conjunto de fuerzas) que se oculta tras la mirada? Una de las fuerzas que se oculta tras la mirada, influye continuamente en ella, y la determina, son las creencias, esa especie de "andamio mental" [1] que armamos, basándonos en experiencias del pasado, y que nos permite dotar de certidumbre a nuestra realidad. 

Sería ridículo tener que reaprender cómo abrir una puerta cada vez que me encuentro con una. El cerebro es una máquina de predicción que generaliza el aprendizaje de unas pocas experiencias y lo convierte en creencias: “una puerta se abre así”…, hasta que nos encontramos con una con picaporte diferente o con las bisagras cambiadas, con lo cual tenemos que readaptar la creencia, generalización, o mirada y reaprender. Eso quiere decir que podemos cambiar de mirada según el contexto y las circunstancias, ¿no? ¿Por qué no flexibilizar y hacerlo? ¿Por qué asumir, por ejemplo, que el hecho de haber "fracasado" UNA vez (o más) en algo (relación de pareja, relación familiar,  trabajo, creación de proyectos, cualquier iniciativa) significa que siempre va a ser así y por lo tanto he de evitarlo? Esta mirada sería un ejemplo de cómo nuestra manera de enfocar convierte a la creencia en una fuerza constrictiva, al estar fuera de cuestionamiento y considerársela como verdad absoluta. ¿Podría adoptar una mirada diferente, como por ejemplo, “Esto (en lugar de "fracaso"), es un aprendizaje que me indica que aún necesito (y valga aquí la redundancia) aprender algo más en este contexto”?
En el libro “El camino de la sabiduría” de Deepak Chopra, el rey Arturo le explica a su esposa Guinevere lo que Merlín le ha explicado a su vez a él, acerca de la naturaleza de la realidad, y lo hace con un ejemplo: le pide a su mujer que salga de la cámara y que no regrese hasta la medianoche. Así lo hace ella, y cuando llega, se encuentra el aposento sumido en la oscuridad.
Arturo le indica que está al otro lado del aposento, y le pide que camine hacia él describiendo los objetos que hay a su paso. Guinevere, extrañada, le sigue el juego y, a la vez que camina con cautela para no tropezar en la oscuridad reinante,  va describiendo todo lo que hay a su paso: que si el lecho, que si un cofre, que si un candelabro, y así sucesivamente. Cuando termina de describir los contenidos del aposento, Arturo enciende, tranquilamente unas velas, con lo cual Guinevere comprueba, atónita, que la cámara está vacía. Ante su confusión, Arturo explica:
“Todo lo que habéis descrito era una especie de expectativa de lo que este aposento contiene y no de lo que realmente había en él. Pero la expectativa es potente. Incluso sin luz visteis lo que esperabais y reaccionasteis de acuerdo con ello. ¿No habéis tenido la impresión de que el aposento era el mismo? ¿No habéis andado con tiento donde temíais tropezar con algo?” Termina diciendo: “Toda experiencia se basa en la continuidad, a la cual nutrimos recordándolo todo tal como era el día anterior, la hora anterior o el segundo anterior”.
En otras palabras, nuestra “realidad” es un conjunto de momentos presentes a los que los seres humanos dotamos de continuidad a través de una serie de creencias que se nutren de un pasado obsoleto.
Vayamos ahora al coaching transformador y examinemos nuestras diferentes miradas en nuestros diferentes ámbitos de actuación. Detente unos segundos o minutos después de leer cada pregunta, cierra los ojos, respira y contesta con el corazón en la mano:
¿Qué creo acerca de mí?
¿Qué creo acerca del dinero?
¿Qué creo acerca de mis posibilidades en tal o cual contexto?
¿Qué creo acerca de la vida - de MI vida?
¿Qué creo acerca del amor y mis relaciones?
¿Qué creencias mantengo actualmente que se nutren de un pasado ya obsoleto?
¿Qué me aportan realmente dichas creencias?
¿Qué me impiden ver / hacer / tener / ser esas creencias obsoletas?
¿Cómo afectan a mi mirada en el presente?
Las creencias son como unas gafas que tiñen nuestra realidad y nuestra manera de reaccionar ante ella, y si no lo crees así, imagínate que vas a una entrevista de trabajo con la creencia “No tengo nada que aportar”  y nota cómo actúas en ella y cómo percibes a tus entrevistadores (y ellos a ti). Ahora imagina que adoptas una creencia más útil para dirigir tu mirada y tu experiencia en el contexto: “Tengo todo que aportar: soy una fuente inagotable de vivencias, experiencias, aprendizajes y sabiduría interna”. Percibe las diferencias. Cuestión de quitarnos unas gafas y ponernos otras. Requiere entrenamiento, pero permítete experimentarlo.
Termino esta entrada de junio compartiendo una anécdota familiar con ustedes. Mi hijo de 10 años invita a un amigo de la misma edad a pasar este último fin de semana con nosotros. Es la noche de la Champions. Están los dos sentados ante el televisor, listos para ver el partido. Me detengo en seco. Algo no encaja. ¡Aaaahhh! Ya veo… Ambos están pertrechados con camisetas del Barça cuando son ávidos fans del Real Madrid. Algo extrañada, lo dejo pasar, sus motivos tendrán. Primer gol: del Barça a favor de España… vitorean. Segundo gol: del Manchester United, a favor de Inglaterra… ¡vitorean! Tercer y cuarto gol: del Barça a favor de España... vitorean. Ya no aguanto más y los desafío. Mi inflexible mente de adulta necesita comprender este chaquetismo. “¡Eh, chicos! ¿Cómo es que – pregunto suavemente – ustedes son del Real Madrid, llevan puestas camisetas del Barça, vitorean al Barça y además vitorean al Man United?”  Me devuelven una mirada paternalista (lo más paternalista que se puede a los 10 años): “¡Oh! El Barça juega por España, así que los vitoreamos cuando marcan, pero no dejamos de ser del Madrid, de modo que si Man United marca al Barça, nos alegramos también y vitoreamos”.
¿Qué pasaría si nosotros, los adultos, adoptásemos la flexibilidad de los niños y asumiéramos creencias de manera contextual (y ecológica, claro), para generar una conciencia ampliada, un mayor disfrute de nuestras vidas, y una mirada más acorde a la consecución de aquello que deseamos crear en nuestras vidas, en armonía con el universo ?
Mucha Luz en tu camino. Y gracias por tu compañía.



[1] Halligan, P. (2007) – Belief and iones. The Psychologist, vol 20, Nº6:358


 Formación intensiva y presencial en Coaching Transformador, este verano en los meses de julio y agosto en Gran Canaria. Más información: coaching@limpkin.es

viernes, 22 de abril de 2011

La sopa de miedo y el desafío transformador

Voy a hacerte una confidencia. De niña, e incluso hasta bien entrada la adolescencia, tenía una curiosa costumbre. Cuando llegaba la hora de acostarme, tenía que apagar la luz desde el interruptor de la pared que estaba al otro lado de mi habitación (y de la cama), cerca de la puerta, lo cual quería decir que tenía que recorrer un pequeño tramo a pie desde la puerta hasta la cama, en la oscuridad. La oscuridad no me daba miedo, lo que me daba miedo era el mundo que yacía fuera de mi control debajo de la cama. Mientras hacía ese recorrido i-n-t-e-r-m-i-n-a-b-l-e, aparecían en mi mente posibilidades insólitas de todo tipo de seres que salían a invadir mi espacio, aprovechando la oscuridad reinante. Esto continuó durante un tiempo, hasta que, aprovechando que era buena gimnasta, desarrollé una ingeniosa estrategia. En el instante de apagar la luz, en vez de hacer aquel interminable recorrido a pie, cogía ímpetu y daba un salto monumental desde la puerta hasta la cama. La estrategia del salto monumental me vino bien durante una temporada porque acortaba el tiempo en el que los pensamientos negativos se mezclaban en mi mente como una sopa de miedo.

Una de las preguntas que hago a mis clientes cuando expresan lo que desean crear en sus vidas, en sus empresas o en sus relaciones, es:

“¿Y qué te lo impide?”

A lo largo de mis años de práctica he escuchado todo tipo de respuestas: No sé cómo. Temo renunciar a mi situación actual. Mi mujer/marido/pareja/madre/padre/hija/socio nunca lo entendería. Aún no me siento preparado. No tengo el dinero. Todavía me queda algo que completar en la situación en la que estoy (y en la que lleva años sin evidencia de ese “algo”). Son los “motivos” subyacentes que yo misma me doy a veces y que me retienen en mi zona de confort. Pero cuando continuamos en nuestra indagación, el denominador común que subyace a todas estas respuestas es el siguiente:

MIEDO a un FUTURO IMAGINADO

Sopa... ¿de miedo?
Toma nota de esta interesante combinación: Miedo. Futuro. Imaginado.
En este futuro imaginado intervienen todo tipo de imágenes y audiciones de lo más creativas: es una verdadera receta para la sopa de miedo. Y mientras mi cliente ingiere la sopa de miedo de su propia creación, se mantiene en su zona de comodidad, donde las posibilidades y opciones para la transformación y el cambio que anhela, y que son parte de su visión, brillan por su ausencia.

Con el estudio y la práctica a lo largo de los años, he ido entendiendo que existen dos tipos de miedos: el miedo consejero y el miedo carcelero. El miedo consejero es el que nos aconseja mantener cierta distancia de un animal rabioso, o agudizar los sentidos al andar por una calle poco transitada de madrugada. Es un miedo útil, deseable y necesario para desenvolvernos en nuestro mundo, y es inherente a los seres vivientes que habitamos en él. Cuando desaparece la amenaza, desaparece el miedo. El miedo carcelero es el que nos mantiene haciendo lo que siempre hemos hecho y de la manera en la que lo hemos hecho, por temor a ese “futuro imaginado”. Es un miedo aprendido mediante años de práctica. El miedo carcelero es el miedo consejero alimentado por nuestras imágenes y audiciones internas (y a veces las externas también) una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez… Es el miedo que nos mantiene habitando en nuestra zona de confort durante años o décadas.

La zona de confort es una especie de burbuja imaginaria en la que habitamos cuando desarrollamos nuestros pensamientos o acciones más rutinarios, todo aquello a lo que estamos acostumbrados, lo que siempre hemos hecho o que nos “han dicho” que hagamos: tener un trabajo convencional, hacer la misma carrera que tu padre/madre, casarte, trabajar en la empresa familiar sin vocación para ello, tener hijos a partir de una edad, no desafiar a la autoridad por ser autoridad, desconfiar de cualquier persona desconocida, y más. En una ocasión, siendo una joven universitaria, acompañé a la estación a una amiga que iba a coger un tren. A modo de despedida y de forma automática, le solté una frase que mi madre siempre me había dicho a mí: “Buen viaje. ¡Y no hables con extraños!”  A lo cual, mi sabia y pícara amiga, contestó: “Why not? It might be fun!” (¿Por qué no? ¡Puede que sea divertido!), arrancando de cuajo una de esas creencias no cuestionadas que había echado raíces en mi inconsciencia. ¡Por suerte!

El coach Steve Hardison, cuando escucha los impedimentos de sus clientes, “Yo no podría”, “Yo soy así”, “Yo nunca lo he hecho”, les dice: “¡Pues no seas tú! ¡Sé otra persona!”  Cuando mis clientes me dicen, “No soy ese tipo de persona”, me gusta, desde el humor y la picardía, responder, “¡Pues claro que no lo eres! ¡Puedes elegir tu persona!”  Y les recuerdo que el origen de la palabra persona viene del teatro clásico, en el que no existían altavoces, por lo que los actores llevaban una máscara que reflejaba su estado emocional por la mueca de la boca, en la que también había una ranura. Esta abertura bucal hacía que el sonido se concentrase y se proyectase mejor la voz: “per sona”. Entonces, persona es lo que hace sonar o resonar (sona) a través de (per). ¿Qué “persona” te ayuda a resonar mejor? Te remito a una pregunta que hice en una entrada anterior, y que me hago al menos una vez al día: ¿En quien te tienes que convertir para serlo / hacerlo / tenerlo?

Fuera de la zona de confort encontrarás todo aquello que te desafía, que reta tus creencias más arraigadas y paralizantes, que te sacará del hastío y la repetición. Es donde se encienden tu creatividad, tu fuego interior y tu pasión. TODAS las posibilidades para la transformación y el cambio están fuera de tu zona de confort. Por eso esta crisis es tan dolorosa a veces: porque nos ha lanzado fuera de nuestra zona de confort, a la zona, no ya de alarma (que es la zona intermedia, del cambio moderado) sino a la de pánico, a la que exige una remodelación de nuestra misión, nuestra identidad, de nuestros paradigmas y de todas nuestras acciones.

Así iba pasando el tiempo, me daba cuenta de que aquel salto monumental no era demasiado dignificante para una joven a punto de convertirse en “señorita”, como decíamos en aquel entonces. Pero como la fuerza invisible de mi imaginación aún imperaba en el oscuro reino de debajo de mi cama, fui desarrollando otras estrategias, la última de las cuales, y que no tuve que repetir sino un par de veces, fue la de hacer aquel recorrido interminable, apuntando con una linterna debajo de la cama, y como última acción antes de dormirme, asomarme por un lado de la cama e iluminar con la luz de la linterna aquel mundo invisible donde lo peor que podía ocurrir era mi propio movimiento mental.

Vacía tu cuenco de la sopa de miedo y pregúntate: ¿De qué manera voy estirar mi zona de confort en los próximos días?

Mucha Luz en tu camino. Y gracias por tu compañía.

sábado, 2 de abril de 2011

Coaching transformador para las crisis


La crisis. Una de las palabras que escucho con más frecuencia en mi práctica de coaching. Crisis personal, crisis de pareja, crisis económica, crisis adolescente, crisis emocional, crisis en el trabajo, crisis social, crisis de identidad, clientes en crisis. Bastante repetido es el pictograma chino de la palabra crisis, con sus significados combinados de peligro y oportunidad. Pero, en nuestro idioma, ¿de dónde procede la palabra crisis? El año pasado un compañero consultor me pidió que le sustituyera un día en un curso que estaba dando sobre la crisis. Entré en crisis rápidamente: “¿Cómo voy a hablar de crisis? ¡Yo no soy economista!”, pensé, aterrorizada. Pero la insensata parte de mí, a la que le gustan los retos, contestó rauda, veloz y antes de que el miedo fulminante apareciera en escena: “¡Claro, sin problema!”

Con el corazón latiéndome a mil, la boca seca y aplicándome todos esos recursos de relajación que llevo en mi caja de herramientas para la vida, me lancé a prepararme la clase. Y lo primero que hice fue indagar la etimología de la palabra crisis, y esto es lo que aprendí:

Proviene del griego κρίσις (krísis) que a su vez viene de κρίνω (kríno), que significa, entre otras cosas, seleccionar, separar, enjuiciar o decidir. De ella evolucionó la palabra “crítica” que tiene que ver con hacer un análisis o una evaluación de una situación. Pero la acepción más interesante que encontré, utilizada en una frase por el mismo Hipócrates, y de uso corriente en la Grecia clásica, es la de crisis como “punto de inflexión en una enfermedad, que luego será determinante de si la persona vive o muere.” ¡Fascinante!

Cuando un/una cliente decide comenzar un proceso de coaching, suele encontrarse precisamente en un punto de inflexión. Algo en su vida está en crisis, y la persona sabe que algo debe transformarse para recuperar la armonía. Lo interesante de las crisis, a las que yo prefiero llamar “etapas de transición” (sólo porque genera en mí mayor sensación de confianza y bienestar), es que uno no está ni al principio ni al final de algo, sino más bien en tierra de nadie. Es como si la persona hubiese atravesado un umbral hacia un mundo desconocido, donde llega con las reglas, usos y costumbres del mundo al que estaba acostumbrada, y se empeña en utilizar esas reglas, usos y costumbres en este nuevo mundo porque es lo que conoce y es con lo que está familiarizada. Pero la crisis, etapa de transición, o ese "mundo desconocido" no necesariamente comparten esas reglas. Y sí, ese “pequeño” vacío donde lo antiguo ya no sirve y lo nuevo es ajeno, puede ser aterrador. La impredecibilidad nos conecta con nuestra propia vulnerabilidad.

Encontrarnos sin trabajo, después de estar toda una vida prestando nuestros talentos al servicio de otros, encontrarnos sin la pareja que creíamos tener de por vida, encontrar que la llegada de un hijo ha cambiado una forma de vida cómoda y familiar por otra familiar, pero no tan cómoda ni conocida, encontrar que los clientes que antes pagaban con asiduidad ya no pueden pagarnos, encontrar que ya no encajo en mis entornos ni entre mis amigos y amigas habituales, todo ello, y más, son manifestaciones del encuentro con esa nueva realidad, con ese "pequeño" vacío, donde los parámetros han cambiado. Y esto realmente es lo normal. Lo que pasa es que los seres humanos convertimos en normal el “no-cambio”. Y aquí es donde radica el punto de inflexión.

Entonces, ante esta oportunidad que me permite, según la etimología,  separarme de lo anterior, seleccionar y tomar decisiones acerca de la nueva realidad que contribuiré a crear ahora con las acciones que decida tomar, ¿qué decido? La psicóloga y escritora Gill Edwards decía que "Puedes tener lo que quieres, o tus excusas para no tenerlo" ("You can have what you want, or your excuses for not having it").

Las opciones son infinitas, pero consideremos dos de ellas, por abreviar. La primera está en adoptar la mirada de víctima. Y está puede ser deliciosamente reconfortante durante un breve período de tiempo, y es posible que hasta sea necesario lamerme las heridas y mostrarlas a los demás para recibir el apoyo que necesito en esa primera etapa de desorientación y shock. El peligro está en convertir la crisis (cualquiera de ellas: Crisis o crisis) en mi tarjeta de visita de víctima. Recuerdo un grupo de trabajo personal, de los años ochenta en Londres, cuyos integrantes tenían la cruel (pero a veces hilarante) consigna de decirse entre sí “Victim story!” cuando alguien se afincaba en su historia de dolor y pena, y se negaba a salir de ella. Y es que las historias de víctima (las “victim stories!”) nos hacen sentirnos especiales, diferentes, nos ponen en el lado de la razón y despiertan la simpatía y la indignación de nuestros escuchantes. Una parte de nuestra cultura (y si no observen atentamente determinados canales de televisión) está edificada sobre los cimientos del victimismo. Y repito: es una opción. Y planteo: ¿cuáles son sus consecuencias a largo plazo?

Cuando invertimos demasiada energía en esta opción, mermamos la energía disponible para las otras opciones. Es como estar aferrados al umbral, ante las posibilidades infinitas de ese nuevo mundo, gritando “¡Estoy obligada a estar aquíííí!” Cuando las únicas manos que se aferran a lo antiguo son las mías, y mientras estoy aferrada al umbral, me niego la posibilidad de adentrarme en el nuevo mundo para explorar sus posibilidades.

¿Estás en crisis? He aquí la otra opción. Suelta. Adéntrate en ese nuevo mundo de posibilidades. Date permiso para no tener todas las respuestas de inmediato. Puede que algunos de tus recursos te sean útiles, pero lo cierto es que necesitarás recombinarlos o desarrollar algunos nuevos. Date permiso para equivocarte por el camino, para explorar, para pedir ayuda. Sí, es aterrador, es nuevo, es desconocido, tendrás que agudizar los sentidos, reeducarte, volver a aprender y aprehender, e ir creando nuevas reglas, y habituarte a él…hasta la próxima crisis.

En aquella clase de dos horas que finalmente di, no sin cierta zozobra, una de las participantes hablaba de su manera de experimentar la crisis como una fuerza creativa en la que la adversidad le había permitido manifestar sus talentos ocultos y crear un nuevo camino en su vida. Es como ir por un solitario camino, en una noche fría y cerrada,  y encontrar que un enorme tronco de madera te bloquea el paso, y no ves la forma de atravesarlo. Puedes lamentarte, maldecir el tronco, enfadarte, frustrarte, y no hay nada de malo en ello… sólo que… ¿y si enfocas tu energía en crear nuevas posibilidades? Si tuvieras unos fósforos o un mechero a tu alcance... ¿y prendieras fuego al tronco? Podrías disfrutar del calor que te da. Y también de la luz. Como dice el coach Steve Chandler, utiliza el problema para encender tu fuego interior, consúmelo y conviértelo en energía. Y ello cambiará las historias que te cuentas.

Mucha Luz en tu camino. Y gracias por tu compañía.




domingo, 13 de marzo de 2011

Preguntas transformadoras

¿Has pensado que si te hicieras la pregunta adecuada, tu vida podría dar un giro total? Mi abuela, una mujer enérgica y emprendedora, decía que en el camino de la vida “con sólo doblar una esquina toda tu vida podría cambiar al instante”. Si no lo crees así, piensa en una decisión singular que hayas tomado y en la manera en que ésta transformó tu vida, tus creencias, tu ocupación, e incluso el país donde vives actualmente. Esa fue tu esquina. Y hay más. ¿Por qué conformarse con una?

Según Tony Robbins, “las preguntas que nos hacemos determinan  la calidad de vida que llevamos”. En el proceso de coaching, el/la coach creará el entorno y ambiente adecuados para que su cliente pueda reflexionar acerca de su situación, y conectarse con sus opciones y su potencial. Muchas son las herramientas que utiliza un/una coach profesional en este proceso, y una de las herramientas más potentes que utiliza, son las preguntas. Piénsalo, una pregunta genera movimiento mental y, si es verdaderamente transformadora, generará la movilización de los recursos internos y externos de su cliente, e incluso movimiento hacia la acción.
 
¿Qué tipo de camino transitas en estos momentos de tu vida?
¿Es el mismo camino, una y otra vez?
¿Ofrece opciones tu camino?
¿Puedes doblar esquinas, girar, subir, bajar, y transformar así tu paisaje y tu manera de experimentar el mundo?
¿Lo transitas con curiosidad, descubriendo nuevos elementos, nuevas personas, nuevas experiencias, o lo transitas con aburrimiento y hastío, con la sensación de “siempre lo mismo”?
¿Transitas una variedad de caminos que permiten que te expandas y actives y compartas tus diferentes recursos, dones y talentos (hasta aquellos que ni sabías que existían dentro de ti)?
¿Qué caminos te gustaría transitar en esta nueva etapa de tu vida, además de, o en lugar de, el que transitas a diario?

Y la última en esta serie (¡quedan más!): El camino que transitas actualmente, ¿le habla a tu corazón, y al corazón de las personas que te rodean? ¿Qué responde tu corazón?

Hace unos meses llegó a mis manos un pequeño libro de Gay Hendricks, titulado Five Wishes (Cinco Deseos). En él, Hendricks relata un encuentro casual en una fiesta a la que, en un principio, no deseaba ir. Aburrido y con pocas ganas de hacer lo que en inglés llamamos “small talk” (conversaciones superficiales), iba pasando de invitado a invitado, cuando llegó a Ed quien, al igual que él, no disfrutaba de las fiestas, ni de las conversaciones inconsecuentes que en ellas surgían. De modo que acuerdan tener una conversación profunda. Después del momento inicial de indecisión (“Empieza tú”, “No, mejor empieza tú”), Ed le cuenta a Gay que había estado a punto de morirse (¡eso si que es una conversación profunda!), y que actualmente consideraba que era lo mejor que le había pasado porque en su lecho de muerte alguien le había hecho el regalo de una pregunta que había cambiado su vida.

Hendricks, que en ese momento de su vida transitaba una y otra vez el mismo y trillado camino, desea, ansioso, conocer esa misteriosa pregunta que a partir de entonces continúa influyendo en la vida de Ed. Este le pide que se imagine dentro de cincuenta, o más, años en su lecho de muerte y que, mirándole a los ojos, le hace tres preguntas. Ahora, te pido que te hagas tú las mismas preguntas.

PRIMERA PREGUNTA: ¿Fue tu vida un éxito rotundo? Si no lo fue, te estarás dando algunos motivos por los que no lo fue.

Por ejemplo,  “Mi vida no fue un éxito rotundo porque nunca me permití dedicarme a la música, que es lo que siempre anhelé en mi vida.” (Por lo visto, J.Paul Getty, que en su momento fue el hombre más rico del mundo, dijo en su lecho de muerte que felizmente hubiera renunciado a todos sus millones a cambio de una única experiencia de felicidad matrimonial – da qué pensar, ¿no?).

SEGUNDA PREGUNTA: ¿Qué te hubiera gustado que ocurriera para que tu vida fuera un éxito rotundo? Ahora convierte tu deseo en un resultado conseguido.
Por ejemplo,  “Mi vida es un éxito rotundo porque estoy disfrutando de mis talentos a través de la música, dedicando parte de mi tiempo libre a componer y a tocar música en grupo. Me deleito en ello y deleito a los demás”.

TERCERA PREGUNTA: ¿Cuál es un primer paso que vas a dar de inmediato que te va a acercar a ese resultado que acabas de mencionar?

El enfoque hacia la acción es fundamental en el proceso del coaching. Detalla el primer paso y los pasos subsiguientes, con fecha, y anota los pasos en tu agenda, comprometiéndote a comenzar “ya”.

Por ejemplo, AHORA: “Sacar mi guitarra acústica, limpiarla y cambiarle las cuerdas”. A DIARIO: “Practico 45 minutos de 20:00 a 20:45”. 14 abril: Llamar a Pablo y Julia e invitarles a formar un grupo.

Y así sucesivamente. El camino que exploras puede ser el de pareja, el laboral, el de salud, el del ocio, el de finanzas, o cualquier otro que sea importante para ti en estos momentos.

Trina Paulia relata la historia de una oruga, de nombre Amarilla que, al escuchar por primera vez la palabra mariposa, se emociona por dentro y pregunta: “Pero, ¿qué es una mariposa?”
Su compañera oruga, desde dentro de su capullo le responde: “Es lo que estás destinada a ser”. Amarilla, entre curiosa y desafiante le pregunta: “Cómo puedo creer que llevo una mariposa dentro cuando lo único que veo es un gusano peludo?”  Y añade: “¿Cómo se convierte una en mariposa?”    A lo que la oruga, desde su capullo le responde:
"Debes desear tanto volar que estás dispuesta a dejar de ser oruga".

Una última pregunta, en esta sesión de coaching transformador. Estás ante ese camino que anhelas transitar, lo tienes delante, puedes verlo, sentirlo, tocarlo, e incluso oírlo, porque le susurra dulcemente a tu corazón. Sólo te queda dar el paso. Un paso adelante solamente. ¿En quién necesitas convertirte para darlo?