miércoles, 17 de septiembre de 2014

Auto-cuidado radical: la importancia de superar la indecisión.


“Caminar por carretera, ¿eh?
Caminar por lado derecho, seguro.
Caminar por lado izquierdo, seguro.
Caminar por el medio, antes o después ser aplastado igual que uva”
Sr Miyagi a Daniel en Karate Kid


Uno de los temas recurrentes en mi práctica de coaching en los últimos tiempos es la indecisión. Y lo que les explico a mis clientes es que no decidir también es decidir.

Porque aunque tengamos la sensación de no elegir entre las opciones propuestas, al final  lo que sí elegimos son las consecuencias de cada postura. Como bien lo explica arriba el señor Miyagi a Daniel-san: caminar por el medio de a carretera es una decisión con tanto o más peso que caminar por la derecha o la izquierda. Sólo que la energía es diferente, porque si parte de la duda, la energía con la que se camina es titubeante, y la persona que opta por esa senda está más expuesta al fracaso por dos motivos: 

  1. No se siente congruente con su decisión porque la percibe como "incompleta". Su decisión es reactiva: es un acto de auto-protección. ¿De qué se protege? De las consecuencias imaginadas de las opciones no escogidas.
  2. Su energía está dispersa pues sigue mirando a diestro y siniestro, siempre sopesando. No está presente. Porque se engaña pensando que no ha decidido. Como le decía a modo de desafío, recientemente, a un cliente abogado que deseaba dedicarse exclusivamente a la mediación. Cuando me decía que no quería seguir desempeñando la misma labor profesional pero que no se decidía a empezar de nuevo, le dije: “Estás haciendo exactamente lo que quieres. Aunque te duela escucharlo”
Al fin y al cabo, esa es mi labor también: decirle a mis clientes lo que no se atreven a decirle sus amigos y su familia.

Conocí una vez a un señor en Londres que cada vez que iba a comprar algo, investigaba de manera tan exhaustiva todas las ofertas habidas y por haber (no fuera a ser que se perdiera una oferta y se gastara unas libras de más en el artículo deseado), que la aventura de la compra y adquisición del artículo al final perdía todo su encanto. 

Pero lo peor no era eso. Lo peor era que, una vez comprado el artículo, pongamos por ejemplo una cámara fotográfica, continuaba buscando por si encontraba el modelo de su cámara más barato en otro sitio. Sólo para demostrarse a sí mismo que lo podía haber hecho aun mejor. ¡Y cuánto sufría!  Eso era el epítome de la indecisión.

Volvamos a mis clientes. 

Tiendo a hablar con muchas personas que desean realizar un cambio significativo en sus vidas, por ejemplo, dar el salto para pasar de un empleo por cuenta ajena a uno por cuenta propia. Esto se puede hacer de muchas maneras, incluso segmentando la decisión en pasos y etapas. No tiene por qué ser una decisión drástica. Y sin embargo hay personas que han preferido caminar por el medio de la carretera durante años, dispersando sus energías en deshojar infelizmente la margarita, antes que decantarse por la opción contemplada.

Cuando pregunto acerca del motivo de la espera, una respuesta muy común hoy en día es: “Estoy esperando una señal del universo”. Y eso no es ni positivo ni negativo y a veces incluso puede ser útil esperar. Sólo que en la mayoría de los casos, y traducido, quiere decir: "Estoy esperando a que algo o alguien externo tome la decisión por mí." Y mientras no llega ninguna señal se dicen: “El universo no lo quiere” y viven divididas por dentro, desconectadas de su inmenso poder para dar un salto en sus vidas y elevarse al siguiente nivel, con sus aciertos y errores.

El peligro de esta opción (y, sí, es una opción), es que la persona se convierte en víctima de su “universo” porque mientras cree que espera sin escoger, está desaprovechando el poder del que le dota su propia capacidad de decisión y la energía que ella genera para seguir adelante y apostar por el camino escogido. Está navegando con un pie en cada barca. Es una opción. Pero carece de la energía e ímpetu necesarios para hacerlo con rumbo firme. 

En mi experiencia, cuando escogemos con fundamento, lo que algunas personas llaman “el universo” se pone en acción y es entonces cuando ocurre lo importante. Es decir, en cuanto decides y actúas en consecuencia, ocurre algo. Y cuando das el siguiente paso, ocurre algo más. Vas marcando un rumbo, experimentando tus aciertos y corrigiendo tus errores. Y así sucesivamente.

Me gusta imaginarme la decisión como una intención con patas. Cuando ponemos patas a nuestras intenciones, abandonamos el ámbito de la reactividad y dejamos de ser víctimas pasivas del universo.

Steven Chandler tiene una metáfora maravillosa para referirse a este estado de víctima pasiva del universo: la del pescado. Cuando metes un pescado en un arroyo, el pescado reacciona a TODO lo que se pone en su camino: a cada roca, a cada giro, a cada rana, al flujo del agua. Las cosas “muertas” reaccionan

El pez, vivo, por el contrario CREA. Crea un camino a través del arroyo dependiendo de adónde quiere ir (pensemos en los salmones), enfoca su energía y sus acciones, abriéndose camino y afrontando los obstáculos que surgen en el camino. 

A menudo lo que más tememos es el malestar que pueda surgir de las consecuencias de una opción. Pero convertir el malestar en nuestro enemigo sí que es una pésima decisión, porque entonces nos acomodamos con tienda de campaña y demás enseres en el medio de la carretera y no nos movemos por nada. ¡Pobre uva!

Nuestras decisiones nos conectan a la vida.

Y no quiero decir que la indecisión sea negativa. Darnos tiempo para decidir es deseable. Pasar mucho tiempo transitando por el medio de la carretera mirando a ambos lados nos convierte en pescado y nos aleja de la vida plena con todas sus posibilidades.

Hace años, cuando, aterrada, estaba punto de tomar una de las decisiones más importantes de mi vida, me dijo una gran amiga: Vanessa, si vas a saltar, mira, pero no mires demasiado. Y salté. Igual de aterrada. Y viví para contarlo. Y nunca he olvidado esas palabras y la gravedad con la que las pronunció.

Esperar a que el universo elimine tus miedos, cambie algo en ti, o te haga un guiño para poder tomar decisiones importantes te predispone en contra de tu capacidad innata de afrontamiento, te aleja de tu poder y te mantiene en un estado de espera permanente. Ya lo decía Benjamin Franklin, la peor decisión es la indecisión.

Este es uno de los temas de las Cinco Áreas de Autocuidado en las que nos enfocaremos en mi Programa de Auto-cuidado Radical que comienza el viernes 26 de septiembre en Gran Canaria. Si te interesa, puedes consultar la información en mi web 
o ponerte en contacto conmigo.

Gracias por tu Compañía.

Y mucha Luz en tu Camino.


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