martes, 7 de octubre de 2014

Lo peor que puedes hacer cuando tienes un problema

Me fascina el lenguaje.
Me fascinan los conceptos que utilizamos para expresar lo que llevamos dentro, los giros, las metáforas, los rodeos; cada sílaba sugiere una nota musical y cada palabra marca un ritmo. Y todo ello crea la danza que dirige nuestra atención y nuestras acciones en la vida.
No es lo mismo decir “me encuentro entre la espada y la pared” que “estoy ante una encrucijada”, y no es lo mismo “sentirme bloqueada” que “sentirme perdido”. Y tampoco es lo mismo decir "estoy a punto de crear algo nuevo".
Todas ellas son expresiones que dirigen nuestra atención y que crean las sensaciones que experimentamos. O son sensaciones que experimentamos que luego dirigen nuestra atención para crear la metáfora.
En cualquier caso, cada una de estas maneras de vivir un problema o una situación son tan poderosas que tienen incluso el poder de influir en nuestra forma de respirar, de modo que terminamos viviendo en la propia metáfora hasta que algo dentro se transforma y nos eleva a otro nivel de experiencia.
¿Cuál es el mayor problema que tienes actualmente? Fíjate cómo la simple forma de enfocar la pregunta dirige tu atención. ¿Cómo respiras ahora? Y, ¿cuál es tu estado de ánimo?
knotPues precisamente esto es lo que ocurre cuando nos enfocamos en “el problema”. Y adivina lo que obtenemos cuando nos enfocamos en un problema: nuestra capacidad de pensar parece encogerse, se estrecha la mirada y por lo tanto, se estrechan las opciones que tenemos a nuestro alcance. Y seguimos obteniendo aquello en lo que pensamos: el problema.
Einstein decía que estamos constreñidos (“en-caja-dos”) por los límites condicionados de nuestro propio pensamiento. Y si lo piensas, concentrarnos en un problema es enfocar nuestra atención en pensamientos limitantes. ¿Por qué? Pues porque estamos mirando hacia la dificultad.
Hace poco, mientras tomábamos café, un amigo me regaló un llavero con una de esas monedas que liberan los carritos de supermercado (para ahorrarte el trabajo de tener que sacar la cartera y encontrar la moneda exacta).
Pero el llavero tenía truco, porque la moneda estaba contenida dentro de otra moneda. Por más vueltas que le di, por más que apreté, por más que busqué cómo sacarla, no había forma. Estuve unos diez minutos atascada. El me observaba, divertido, y se ofrecía a darme la solución. Pero me negué. Quería descubrirlo yo. De modo que, al despedirnos, quedamos en que le llamaría en cuanto lo resolviera. En menos de un minuto ya lo había hecho. ¿Cómo? Me propuse que mientras iba caminando por la calle, dejaría que mi sabiduría, mi ingenio, o como quieras llamarlo, lo resolvería mientras mi mente estaba en otras cosas. Y así sucedió. Mi mano jugueteaba con el llavero – pero no intentaba resolver nada -, simplemente jugueteaba, mientras yo iba andando concentrada en otras cosas. De hecho, tuve que parar y recolocar la moneda para averiguar cómo lo había hecho porque sucedió mientras pensaba en otras cosas. El truco estaba en realizar dos movimientos en lugar de uno sólo: apretar y deslizar.
Por lo tanto, tener la intención de encontrar la respuesta o respuestas a una situación (prefiero esta palabra, genera menos atasco) es importante. Pero no enfocándonos en lo que no funciona, en lo que va mal, en el problema. Esto nos pone en situación de lucha o huída (en modalidad de supervivencia e impulso primario) por lo que las opciones que vemos son limitadas, porque nos limitan a lo inmediato, al corto plazo. Como robar para no pasar hambre. Resuelve rápidamente el problema, pero tiene consecuencias indeseables.
Recuerda la última vez que resolviste un problema. ¿En qué momento te llegó la respuesta? La mayor parte de las veces la respuesta te llega en una conversación distendida, en la ducha, conduciendo (relajadamente), paseando, haciendo ejercicio, cuando estás de vacaciones. Raramente llegan las respuestas cuando tienes las cejas trenzadas sobre el entrecejo. Piénsalo. O mejor. No lo pienses demasiado. Las respuestas están ahí, y surgirán si creamos el contexto propicio para que lo hagan.
Es lo que se llama “serendipia”. La serendipia es como un accidente feliz que nos da la respuesta a algo importante. Como lo que ocurrió con un estudiante de arquitectura que buscaba una idea original para su proyecto de fin de carrera. Después de llevar días atascado ante su mesa de trabajo, decidió relajarse viendo un documental. El documental de la BBC en cuestión trataba de las abejas y sus costumbres. De pronto, tuvo la idea de utilizar la figura hexagonal del panal de abejas para diseñar un original edificio. La idea no le llegó mientras estaba atado a la mesa de trabajo dándole vueltas al problema.
Y aquí volvemos a la metáfora. “Darle vueltas” a un problema es afianzar el círculo. En un círculo no hay salida. La salida se crea cuando salimos del círculo convirtiéndolo en espiral y elevándonos al siguiente nivel de conciencia y eso no se puede hacer con la mente enfocada en “un problema”. Ya lo decía el psiquiatra Thomas Troward, a inicios del siglo pasado:
“La ley de la flotación no se descubrió contemplando el hundimiento de las cosas, sino la flotación de las cosas que lo hacen de forma natural e indagando inteligentemente en por qué ocurren así.”
Gracias por tu Compañía.
Y mucha Luz en tu Camino.



Este jueves 9 de octubre comienzo la serie de encuentros “Tardes de té y coaching” en Gran Canaria. Te invito a tomar té conmigo y a explorar, a través del Coaching Transformador, otras 3 claves importantes que nos permiten salir de los atascos. Toda la información más abajo. ¿Conoces a alguien a quien pudiera beneficiar? Reenvíale este mensaje. ¡Nos vemos allí!



No hay comentarios:

Publicar un comentario