viernes, 2 de mayo de 2014

Propuesta para catapultar anhelos a la realidad.

La escritora George Eliot nos dejó un valioso legado en la forma de un sencillo consejo: "Nunca es demasiado tarde para convertirte en aquello que podías haber sido".

¿Qué anhelo pulula por tu mente, aprisionado por las historias que te cuentas para no saltar a la realidad? Hace no tantos años pudo salir de esa misma prisión uno de mis grandes anhelos. Siempre me habían gustado las neurociencias y de hecho en mi trabajo hago mucha referencia a ellas para explicar el por qué de algunas de nuestras conductas y cómo cambiarlas con eficacia. Pero quería saber y entender mucho más y recibir instrucción experta.

De modo que durante un tiempo estuve considerando estudiar neurociencias de manera formal, pero luego no dejaba de contarme historias que me mantenían atascada en el proceso: "Pero si tú eres de letras", "Nunca te aceptarán en la universidad", "Se van a tronchar de risa cuando lean tu solicitud". No obstante el anhelo era tan grande que, aun escuchando esas historias tan cabales de fondo, decidí lanzarme. Después de un trajín inicial y de escribir una carta personalizada, explicando el por qué de mi solicitud, ¡me aceptaron! 

Al comenzar el curso, las historias que me contaba se multiplicaron: estaba rodeada de psiquiatras, científicos y neurocirujanos. Además de los trabajos escritos académicos, para aprobar había que contribuir regularmente a los debates en los temas del máster y con los que la mayoría estaban familiarizados de antemanomenos yo. 

En mi mente me veía diminuta, e insignificante como un suspiro en un huracán. En definitiva, yo no era más que una intrusa y contaba para poco. Esas eran las historias que me contaba, y eran tan potentes que mi mente parecía el departamento de efectos especiales de un estudio de cine. Todo lo que me decía parecía real y me lo creía ("Tú qué sabes", "Todos son expertos menos tú", "Están hablando entre ellos de ti, seguro"…). 

Tuve que trabajar el doble porque antes de hacer cualquier aportación a los foros la revisaba diez mil veces (las historias seguían allí, no creas que habían desaparecido), pero con tesón iba aprobando y contribuyendo cada vez más. Y mis compañeros y compañeras me entendían. ¡Y debatían conmigo como una más! Las historias que me contaba se fueron transformando.

Finalmente llegó el momento de proponer una tesis. Claro, todas las propuestas estaban centradas en influir en el cerebro y en los cambios conductuales a través de la farmacología. Y aquí surgió la historia más grande. "JAMÁS aprobarás. ¿Qué vas a ofrecer tú?" Con efectos especiales: Risotadas de fondo.

Pero ese mismo impulso creador que generaba historias de fracaso y ridículo, creó una tesis alternativa e igual de científica, pero con la mirada en la prevención mediante medios no farmacológicos pero contundentes también. Fueron unos meses de dedicación absoluta (nocturna pues de día seguía trabajando para ganarme la vida). 

Pero, ¿sabes lo que me ocurrió? Curiosamente, las voces desaparecieron. Y con ellas las historias que me contaba acerca de los motivos por los cuales no podría, no debería o no merecía conseguir mi anhelo. Y al final lo logré. El soñado máster universitario en neurociencias que todas aquellas historias trataron de impedir que germinara. 

Y ahora tú: ¿qué te permitirá ir dando forma a tus deseos y anhelos y convertirlos en proyectos, en una realidad? ¿Escoger el momento oportuno? ¿Una familia amorosa que te apoye? ¿Una generosa fuente de ingresos? Puede que sí. Pero todo lo anterior no se acerca ni remotamente a la clave más importante: 

Decidir. 

Decidir que no te creerás todas esas historias que te cuentas ("No tengo tiempo", "No es el momento adecuado" -¡nunca lo es! -, "No tengo dinero", "No tengo una familia amorosa que me apoye y apruebe mi proyecto", "No tengo estudios"). 


Fíjate en los chicos de este mini reportaje. Ellos también se contaban historias limitantes:  falta de dinero, de un lugar adecuado donde entrenar, falta de reconocimiento como equipo con potencial, falta de apoyo. 

Pero simplemente decidieron. Su entusiasmo por el fútbol se convirtió en la fuerza motriz que les permitió ir generando los recursos internos y externos para ir superando los obstáculos que surgían de camino a la realización de su meta. 


Y fue tal su entusiasmo que quienes inicialmente no creyeron en ellos, ahora contagiados, dejaron de lado sus propias historias sobre ellos y se implicaron en hacer realidad lo que en un principio había sido sólo un sueño.

Jonathan Gottschall dice que "aún cuando el cuerpo duerme, la mente trasnocha contándose historias". ¡Y vaya historias! 

¿Cómo catapultar tu anhelo a la realidad? Deja de contarte las historias que te cuentas. O deja de escucharlas mientras te pones manos a la obra. Tú y yo estamos hechos de la misma materia prima. Por tanto, si yo lo hice, tú también puedes.

Dedicado a ti que anhelas, y en especial a Rita y al Grupo Mastermind 2014.

Gracias por tu Compañía.

Y mucha Luz en tu Camino.
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¡Quedan seis días y tan sólo dos plazas para el seminario-taller El Arte de Ser!


1 comentario:

  1. Bonita historia y la fuerza de uno mismo/a es lo que hace mover las cosas.

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